China le dio la bienvenida a un nuevo año, el año del buey, una fiesta muy importante en su calendario.
Las ciudades se engalanaron con un manto de luces, colores y creatividad que cortaba el aliento y parecía empeñado en desafiar y expulsar de un tajo las sombras y la incertidumbre de estos tiempos.
Llamados a permanecer en sus casas por la pandemia y privados de la compañía de sus familias, los chinos celebraron la fiesta de la primavera frente al televisor, celulares, computadores y cualquier dispositivo de transmisión.
El festejo tuvo unos 1.140 millones de espectadores, lo que lo convierte en el espectáculo más visto en todo el mundo, y contó con música, danza, comedia, acrobacias, artes marciales, magia y ópera, todas las artes escénicas y todos los recursos disponibles para crear un show digno de semejante audiencia.
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Empieza el año del buey, un animal que en la mitología china está conectado con el trabajo duro, la energía y la diligencia. Con ese espíritu se mantiene el optimismo en que volverán los días en que se pueda viajar y reunirse para celebrar.
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