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Después de años de planear su viaje, de ahorrar cada peso, de endeudarse con los gota a gota, de vender hasta la camisa, Jaime Valdiris confió su suerte a unos coyotes para pasar por México a Estados Unidos detrás del espejismo del sueño americano. Al día siguiente de la crisis diplomática entre el gobierno de Gustavo Petro y de Donald Trump, al colombiano lo capturaron. Después de haber coronado, inmediatamente empezó el viaje de regreso.
Los Informantes lo encontró enfermo y mucho peor de cómo estaba antes de partir.
“Yo me fui a buscar el sueño americano y lo que fui a encontrar fue un sueño de infierno, el sueño de la odisea, una pesadilla”, señaló.
Era 11 de enero de 2025, Jaime Valdiris, barranquillero de 51 años, llevaba dos días encerrado en un hostal de Tijuana, México, esperando la orden de los coyotes que lo pasarían ilegalmente a los Estados Unidos.
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"Había varias personas, de todos lados, ahí nadie se conoce con nadie, ahí es sálvese quien pueda. ¿Sabes? Ahí juega la ley del vivo. Nos llevaron a una carretera donde de repente nos dijeron los coyotes que corramos”, afirmó.
No sabía muy bien hacia dónde correr en un desierto rodeado por autopistas, entre la confusión y en medio de su carrera, por poco resulta muerto.
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Bajo un sol ardiente, Jaime recordó lo que le dijeron los coyotes antes del viaje, sería supuestamente un trámite sencillo.
“A mí me dijeron, ‘apenas que pases de México a Estados Unidos, ahí te van a llevar en un carrito, te van a llevar a un albergue y ahí vas a esperar unos días, te van a hacer unas preguntas, y de ahí te vas", afirmó.
Pasar la frontera, entregarse, pedir asilo y así conseguir un permiso de trabajo temporal. Nada resultó como le dijeron.
"Y yo decía ‘¿Estoy en México, en Estados Unidos?’, miro tres carros de Policía, yo sigo corriendo, veo ese Policía, decía que parara, paramos todos así las manos altas”, recordó.
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Once días después, Valdiris sería uno de los primeros deportados por el gobierno del presidente Donald Trump a Colombia.
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"Fue el peor error que he hecho en mi vida, irme a Estados Unidos a haber vivido el infierno que viví”.
Se define como un rebuscador. Ha trabajado literalmente en todo lo que ha encontrado. Era mototaxista cuando un amigo le habló de la posibilidad de irse a los Estados Unidos.
“A mí me dijeron ‘allá en Estados Unidos te vas a ganar $3.500.000 semanal’. Yo dije $3 millones ni en mototaxi en todo el año me lo hago, yo voy para esa”, recordó.
De ahí sacó el pasaporte y comenzó a planear el viaje. Su amigo lo contactó con un coyote que a través de WhatsApp le dio instrucciones precisas de cómo sería el viaje.
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El coyote le cobró alrededor de $25 millones de pesos por tiquetes, alojamiento y la promesa de pasarlo ilegalmente por la frontera hasta San Diego, California.
La suma parecía inalcanzable, sin posibilidad de pedir plata prestada a un banco, Jaime fue a prestamistas ilegales, conocidos en las calles como gota gota, que cobran intereses altísimos. Con la idea de un sueldo millonario en Estados Unidos, pensó que pagaría la deuda en pocos meses.
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Le prestaron $22 millones y vendió su moto. El 3 de enero se despidió de su familia, creyó que no los vería por muchos años.
Salió de Barranquilla a Bogotá, de ahí a Ciudad de México y luego a Tijuana, en la frontera con Estados Unidos. Era su primera vez en un avión y fuera del país.
“Yo soy consciente que lo que yo hice era ilegal. O sea, como uno escucha, yo iba a ir a pedir asilo de humanidad”.
Apenas minutos después de pasar la frontera, Jaime y el grupo que lo acompañaba fueron capturados.
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"Me pusieron una esposa en los pies, los grilletes, en la barriga y en las manos”, afirmó.
Nunca pudo poner un pie en una ciudad de Estados Unidos. Su sueño se desvaneció mientras veía por la ventana del bus, las calles de San Diego, hasta llegar al albergue donde pasaría los siguientes días antes de la deportación. Al ingresar allí le quitaron las esposas.
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"Es como un hall grande. Y hay tres bañitos con una puerta en la mitad. Ahí con el inodoro cada uno. Ahí donde tú coges la colchoneta y te tienes que acostar al lado del otro”, contó.
Lo más duro de los 10 días que pasó allí fue que no pudo comunicarse con su familia. Sin hablar inglés, tampoco podía interactuar con migrantes de otros países.
“Yo lastimosamente me tocó al lado de los baños, ese olor a fétido, yo no comía yo, andaba era tapado 24 horas, lloré varios días pidiéndole a Dios que me sacara de eso, yo ya no soportaba más”, contó.
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El día de su deportación lo esposaron y lo montaron en un bus junto a otros colombianos. “Yo me sentí como un delincuente, como ellos me gritaron como un narcotraficante, como un violador, como un matón”.
Valdiris no violó, mató ni es un narcotraficante, pero entrar a Estados Unidos sin visa de forma irregular es un delito según las leyes de ese país.
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Jaime nunca supo que hubo una crisis diplomática entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos. Le extrañó que al llegar al aeropuerto se montó en un avión de la Fuerza Aérea Colombiana.
En el vuelo, lejos de los problemas binacionales, sus verdaderas preocupaciones eran otras. “Yo no dormí, era pensando y ahora qué hago yo... cómo hago con las deudas, ya no tengo moto, ni para salir, ni para nada”, pensó.
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Sin un peso en el bolsillo llegó a Bogotá. Sus amigos hicieron una vaca para pagarle el pasaje a Barranquilla. Llegó a medianoche a su casa con más de $25 millones en deudas, deportado y sin una moto para trabajar.
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Han pasado casi dos meses desde que regresó a Colombia. Ahora busca un trabajo que le permita recobrar la paz, sacar a sus hijos adelante, irse del barrio y volver a soñar.