Nelson Bonilla, un humilde vendedor de Tuluá, terminó 11 años en la cárcel acusado de un delito que cometió Luis Alfredo Garavito, un asesino en serie de niños y agresor sexual. La justicia condenó a 40 años a Bonilla por el asesinato cruel de Jaime Andrés González, un niño que vendía tintos. Mientras Nelson murió rogando que se hiciera justicia y en la pobreza, Garavito podría quedar libre porque ya cumplió las tres quintas partes de su condena.
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Los crímenes de Luis Alfredo Garavito que violó y asesinó a cientos de niños dejaron una estela de heridas y una inmensa cicatriz que todavía duelen. Es que no solo acabó con la vida de menores, sino también de inocentes que pagaron por sus delitos, pero como si fuera su ángel guardián, el abogado Édison Tovar se obsesionó con el caso de Bonilla, sin cobrarle un solo peso, lo ayudó y aunque parece demasiado tarde, sigue peleando para que se haga justicia.