El tiempo ha pasado y ya se han muerto casi todos los sobrevivientes de los días del terror, cuando la bomba atómica estalló sobre Hiroshima y Nagasaki en el Japón, como si fuera el fin del mundo, así es como lo recuerda en perfecto español Yasuaki Yamashita, quien milagrosamente sobrevivió y todavía vive de contarlo. Los Informantes lo conoció en México, un testimonio escalofriante y urgente en este momento en que los vientos de guerra entre potencias nucleares vuelven a encenderse.
“Vino una luz tremenda, es como si fuera mil relámpagos al mismo tiempo. Entonces mi madre me haló al suelo, me cubrió con su cuerpo. Vino una explosión tremenda, muy fuerte y sentíamos que estaban volando miles de cosas encima de nosotros”. Esa luz de mil relámpagos dejó ciegas a muchas personas, fue como si el sol se hubiera estrellado con la tierra, un segundo después de la explosión de la bomba atómica más poderosa lanzada en la historia de la humanidad contra la población civil, la temperatura alcanzó los 7.700 grados Celsius, 10 veces más que la usada para cremar un cuerpo humano, el aire se incendió y esos vientos de 300 kilómetros por hora ardientes destruyeron todo a su paso.
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70.000 personas murieron en ese instante muchos, se evaporaron de la faz de la tierra. Luego vino el silencio, el horror: “y de repente un silencio completo, no había ruido, cuando nos levantamos vimos que las ventanas, las puertas, los tejados habían desaparecido”. Le duele recordar, por muchos años se negó a hablar de ese día aterrador que partió la historia de la humanidad en dos y le dejó heridas en el cuerpo y en el alma tan profundas que aún hoy siguen abiertas. Estaba a 2.5 km del lugar donde cayó la bomba en el área rural de Nagasaki, “no había nada, había estructura de la casa, puertas, ventanas y todo ya habían desaparecido, pues no podíamos entender qué pasó, gateando llegamos al agujero el refugio de la casa y mi hermana estaba llorando, ella estaba sintiendo como un líquido aceitoso que escurría de la cabeza, pero como algún lugar oscuro no podía mover”.
Unos minutos antes de las 11:02 de la mañana de ese 9 de agosto de 1945, un bombardero B-29 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, pilotado por el mayor Charles Sweeney sobrevoló, Nagasaki. Yasuaki Yamashita tenía apenas seis años, pero lo recuerda todo con el nivel de detalle de una pesadilla.