El 7 de octubre de 2023, Hamás perpetró uno de los ataques más sangrientos que ha vivido Israel. Los Informantes viajó a este país un año después de la tragedia y conoció el dolor de algunos colombianos que nadie había visitado hasta ahora, que perdieron el 7 de octubre lo que más querían: sus hijos, esposos y su libertad.
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Ese día, el cielo de Israel se llenó de misiles mientras más de dos mil terroristas de Hamás perpetraban un ataque que dejó 1.159 personas muertas y miles de heridos. Alejandra López, una colombiana que había hecho de Israel su hogar desde hace 10 años, asistía a un festival de música junto a sus amigas Noi y Sigal. Lo que comenzó como una celebración se convirtió en un caos total.
" A eso de las 5:30 de la mañana, que todavía era oscuro, yo empecé a escuchar ruidos... pensé que eran juegos pirotécnicos, que era parte de la fiesta", contó Alejandra, quien nunca imaginó lo que pasaría.
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La alerta, conocida como ‘Tzeva Adom’, color rojo en hebreo, fue el primer indicio del horror que estaba por comenzar. En la carretera 232, mientras trataban de escapar, el desierto se convirtió en una trampa sin salida.
“Salimos del carro, entramos a un lugar que era un hueco, en un terreno destapado y ahí comenzó toda la pesadilla porque realmente corrimos tres minutos hasta que llegaron”, afirmó.
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Sin otro refugio cerca, buscaron desesperadamente dónde ocultarse. Encontraron un hueco donde se acurrucaron esperando sobrevivir.
"Estuvimos allí casi cinco horas, inmóviles. Oía explosiones, disparos, gritos, y sentía cómo la tierra se movía cuando ellos corrían cerca de nosotras", contó Alejandra, recordando el terror que la paralizó durante ese tiempo.
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Las risas de los atacantes, mezcladas con los gritos de sus víctimas, aún están muy presentes en su memoria. "Escuché cómo sacaban a la gente, suplicaban por su vida… y ellos se reían, cantaban, disfrutaban", aseguró, con la voz quebrada.
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Aunque Alejandra logró sobrevivir, sus amigas no corrieron la misma suerte. “A mi amiga Sigal la quemaron viva… le rompieron las piernas”, relató Alejandra, con un profundo dolor nue aún no supera.
La brutalidad de los atacantes no tenía límites. Ver los cuerpos mutilados y el horror a su alrededor es algo de lo que aún no logra sobreponerse. "Tú ves el apocalipsis", señaló.
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El ataque no solo se cobró la vida de más de mil personas, sino que dejó profundas cicatrices emocionales en los sobrevivientes. Alejandra, profesora de arte, ahora lucha por retomar su vida.
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"Tratamiento psiquiátrico, psicológico, psicoterapeutas, retiros, medicamentos, ataques de ansiedad, pesadillas… es una montaña rusa de emociones", explicó. Aún, el pánico la paraliza algunos días.
El luto por más colombianos en Israel
La masacre también cobró la vida de otros colombianos. Ivonne Rubio y Antonio Macías, una pareja que había encontrado el amor en Israel, murieron calcinados dentro de un refugio en el que creyeron que iban a estar a salvo.
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"Hoy le traje unas florecitas que no son naturales, que están muertas también, como mi niña", dijo Julio César Rubio, padre de Ivonne, durante su visita al lugar de los hechos.
Ivonne, de 26 años, madre de un niño de cinco años, y Antonio, de 27, padre de una niña, compartían el sueño de pasar la vida juntos.
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“Él es digno de mi respeto y de mi consideración porque se portó muy bien con mi niña", expresó Julio con tristeza, sobre la pareja de su hija.
Sandra Paola Montaño, tía de Antonio, también lo recuerda: “Es una tristeza no tenerlo y yo guardo la esperanza que algún día va a entrar por esa puerta, es muy poco tiempo que ha pasado”.
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Las familias de Ivonne y Antonio no solo enfrentan el duelo de haber perdido a sus seres queridos, sino que también señalan el abandono que sienten por la falta de solidaridad del presidente Gustavo Petro quien no se manifestó con ellos y en cambio ha apoyado a Palestina.
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El gobierno israelí se ha hecho cargo para que reciban toda la ayuda psicológica que necesitan porque el dolor y el trauma no es solo porque ya no están, también es por la forma tan cruel como murieron. Las cicatrices de ese día aún están lejos de sanar.