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Bogotá enfrenta una de las peores crisis hídricas en años y sus páramos, fuentes esenciales de agua, se están secando. Sin embargo, existen mentes brillantes que trabajan en soluciones para mitigar este problema y proteger este recurso vital.
Sin duda, los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes. Los incendios forestales, lluvias torrenciales, inundaciones y sequías extremas afectan gravemente el equilibrio ambiental, la biodiversidad y la calidad de vida de la población.
“Si nos damos cuenta el clima ha cambiado muchísimo, el cambio climático es una realidad que no tuvimos en cuenta, pero está ocurriendo”, aseguró Germán Parra, un campesino que lucha contra esta crisis climática.
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Cifras alarmantes
El Embalse de Chuza, que abastece al 80% de los casi 11 millones de habitantes de Bogotá y sus alrededores, muestra una herida abierta. Lo que debería ser un espejo de agua reflejando el verde de Chingaza, hoy es una cicatriz de tierra seca, una marca en la mitad de la montaña donde antes respiraba el agua.
“Estar en Chingaza es como estar en el patio de mi casa, es como el jardín de mi casa. Ya llegar a Chingaza es sentir que estoy en mi territorio, y es triste ver cómo se está secando”, dijo Germán a Los Informantes entre lágrimas.
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Según la FAO, en los últimos 50 años se han deforestado aproximadamente 420 millones de hectáreas de bosque. La selva amazónica, uno de los pulmones del planeta, ha perdido más de 13 mil kilómetros cuadrados en un solo año, liberando enormes cantidades de dióxido de carbono y agravando la crisis climática global.
Ante esta crisis, campesinos como Germán están tomando acción para ayudar a salvar el planeta, porque lo que le sucede a la naturaleza nos afecta y debería importarnos a todos. Cada año, el mundo pierde millones de hectáreas de bosque debido a la tala ilegal, la agricultura y la ganadería expansiva, acelerando el deterioro de los ecosistemas.
“Nos dimos cuenta de que si no cuidamos este territorio, vamos a empezar a tener carencias y escasez de agua. Mira lo que pasa en Bogotá: tenemos racionamiento , el agua se está acabando y hay una fuerte escasez de recursos hídricos”, dijo.
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Proyecto para recuperar los embalses
Germán, de 47 años, es administrador de empresas y director de la fundación Grupo Conserva. Movido por su preocupación por el medio ambiente, reunió a 25 familias con el objetivo de reforestar la cuenca de los ríos que abastecen los embalses de Chingaza, contribuyendo así a la conservación del agua y la recuperación de los ecosistemas.
Su objetivo es restaurar los terrenos utilizados para pastoreo, proteger las ondas hídricas de las quebradas y los nacimientos de agua y fortalecer la biodiversidad de los bosques, asegurando su recuperación y conservación a largo plazo.
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En la vereda Mundo Nuevo, varios habitantes cultivan especies de bosque altoandino, árboles que crecen por encima de los 2.000 metros de altura y que han desarrollado resistencia a los fuertes vientos.
Estas familias han decidido sembrar en sus tierras para devolverle al bosque, lo que la expansión de los potreros les arrebató. Las semillas se colectan, germinan y luego se trasplantan al terreno afectado.
Las plantas capturan y retienen agua, ayudando a mitigar la extrema sequía. “Comenzamos a generar estrategias sobre cómo podemos aprovechar espacios donde el ecosistema se beneficie de la conservación y generar una economía con este tipo de trabajo... Estamos aportando a la conservación y al cuidado de nuestros recursos naturales, especialmente el agua”, contó Germán Parra, asegurando que el nivel del agua está en un “45 a 50 por ciento de su capacidad”.
Por ello, campesinos, Parques Nacionales y la Secretaría Distrital de Ambiente están uniendo esfuerzos para evitar que el agua se agote, enfrentando un problema que va más allá del Páramo de Chingaza.
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“Mi sueño es sembrar 50 mil plantas en esta comunidad. Quiero lograr conectar la zona de Sumapaz, que es el parque hermano de Chingaza, con los cerros orientales. Ese corredor, que se fragmentó por la construcción, las vías y las invasiones, lo quiero unir”, concluyó Germán.
Por ahora, el mensaje es claro: sin campesinos no hay ríos, sin ríos no hay embalses, sin embalses no hay agua y, sin agua, no hay vida. Por ello, es fundamental reconocer y apoyar el trabajo de quienes protegen los ecosistemas, restauran los bosques y garantizan la conservación de las fuentes hídricas.
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