En las zonas de conflicto la vida siempre es muy difícil pero los más afectados casi siempre terminan siendo los niños. En Caucasia, en el norte de Antioquia y sur de Córdoba, por la insistencia y el empeño de una profesa y con ayuda de otro maestro de obra, un grupo de laPolicía Nacional dejó su armamento a un lado y entre todos levantaron una escuela. Una lección que cambia la vida.
En Caucasia, una de las zonas más convulsionadas del país, un grupo de policías Carabineros dejó su equipo y su armamento y se armaron con bultos, tejas y ladrillos y bajo un sol inclemente trabajaron por meses para hacer realidad lo más urgente. Los Informantes estuvo en clases con una profesora fuera de serie. Lecciones que cambian la vida.
La teacher Liliana puede ser la mejor profesora de Colombia, no hay muchos maestros que arranquen sin que al menos haya un tablero y pupitres, cuadernos o lápices para los niños. Ella sí y ha hecho mucho más. Dee la mano de la Policía construyó toda una escuela en una de las zonas más convulsionadas del país.
Hace tres años la profe llegó en moto a esta vereda de Caucasia, donde el sol furioso y el conflicto armado son pan de cada día. Con otro profesor levantó esta enramada y luego le echaron un piso. Al terminar el confinamiento por la pandemia llegaron más niños. De 7 pasó a tener 40. No había enramada para tanta gente.
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El único que sí aparecía por acá sin falta era el sol violento que aturde y sofoca. Si no hay la tecnología de un techo para atajar el sol menos un tubo con agua potable o no potable, ni eso. De los baños ni qué decir, un lujo impensable. La vergonzosa realidad: los niños al monte y la profe aguante, pero Liliana no salió corriendo, al contrario. Consiguió un lote con la comunidad y soñaba con construir allí un salón digno.
Así fue como se juntaron el hambre con las ganas de comer. En Nariño, policías Carabineros habían visto a cuatro hermanitos tan pobres que se turnaban los zapatos para ir a estudiar y crearon la campaña ‘Mis zapaticos’. El capitán Olarte, por el protocolo de la Policía parece muy tieso y majo, pero en realidad es, como se dice, un tipo de lavar y planchar. Él es uno de los creadores de esta campaña. Por cosas del azar se cruzó con la teacher Liliana en Caucasia.
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Olarte regresó a Bogotá y consiguió el apoyo definitivo de sus superiores para llevar la campaña más allá. Una veintena de policías se pusieron manos a la obra, adecuaron el terreno y abrieron zanjas con miras a rescatar a los niños de las jornadas infernales. Pero, una escuela bien plantada no se levanta solo con empeño, materiales y hombres fuertes, hay que meterle planeación y acá aparece la gran paradoja de esta historia, Jairo el otro maestro, el que nunca fue a la escuela.
Jairo es un vecino de la zona, tiene 53 años y las manos fuertes del hombre increíble, de joven aprendió a construir construyendo y se dedica a eso. Inicialmente prestó sus herramientas, pero luego vio que necesitaban su saber.