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Nicolás Carvajal es un colombiano de 44 años que decidió dejar atrás la rutina y el estrés, ingredientes típicos en el día a día de muchas personas, para lanzarse a una aventura por la que muchos lo tildaron de "loco". Cruzó el océano Atlántico completamente solo en un bote de remos, una expedición que se convirtió en un viaje a su propio interior.
Nació en Bogotá y desde muy pequeño se trasladó con toda su familia a Londres, Inglaterra. De niño su gran forma de entretenimiento eran los libros de aventuras, "leía muchos relatos de aventuras, había muchos relatos en botes pequeños", aseguró en Los Informantes. Creció con el sueño de ser un aventurero, pero el ritmo y las expectativas de la sociedad lo llevaron a convertirse en abogado.
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Aunque no le iba mal como abogado, económicamente hablando, otros aspectos de su vida sí estaban decayendo. "La plata no te abraza, la plata no se come. Estaba peleado con medio mundo, hipertenso por estrés" y entonces decidió dar un giro radical sumergiéndose, literalmente, en un nuevo estilo de vida. Carvajal fue instructor de buceo en Asia y África, y buzo de profundidad reparando plataformas petroleras en el fondo del mar.
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Sin embargo, la verdadera motivación para la gran aventura de su vida, llegó con una pérdida personal. Su abuelo, que vivía en Colombia, constantemente lo llamaba pidiéndole que lo visitara y fueran juntos de viaje, cosa que nunca pasó. "Un día me llamó y me dijo: 'Nico, tengo cáncer'. Entonces yo le dije, 'abuelito, ya me monto en un avión'. Llegué y murió esa noche, eso me generó un sentimiento de deuda con mi abuelo".
¿Cómo iba a pagar esa deuda que no era económica, sino sentimental? Lo decidió rápidamente: cruzando solo el Atlántico. Una travesía en la que enfrentó los fuertes vientos, tormentas y olas de más de 10 metros durante 84 días, recorriendo más de 5.000 metros en un pequeño bote que él mismo construyó en cuestión de cuatro meses en un taller prestado.
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Además de los insumos con los que zarpó desde el Puerto de Mogán, ubicado en las Islas Canarias, Nicolás Carvajal tenía también como gran motivante que cada una de sus remadas serviría para recaudar fondos para una fundación que lucha contra el cáncer.
El cruce del Atlántico no fue solo una prueba de resistencia mental en la que a veces experimentó una "profunda soledad", sino también física. "Me fracturé la muñeca caminando sobre la cubierta. Me tropecé, me caí y al otro día la tenía del mismo tamaño que el tobillo", pero ni siquiera eso lo desanimó y se sujetaba el remo a la mano con cinta adhesiva para seguir adelante.
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Ese impase de salud, de hecho, hizo que remara más fuerte con uno de sus brazos, lo que causó que perdiera el rumbo y su viaje fuera un poco más extenso de lo planeado.
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Claro que también hubo momentos mágicos, como verse rodeado de delfines o peces voladores; sin embargo, recuerda especialmente una noche en la que fue sorprendido por un ser marítimo increíble. Estaba remando cuando escuchó un fuerte golpe en el agua y al fijarse vio a una ballena nadando junto a su bote. "Se acercó varias veces y me ganó la curiosidad. Me metí al agua y nadé con ella. Es un ser demasiado bonito", aseguró.
La hazaña terminó en Georgetown, capital de Guyana, en donde fue recibido con banderas de Colombia por su familia, quienes siguieron su rastro todo el tiempo a través de un GPS. En medio de la celebración por su llegada a tierra firme, el primer pedido de sus seres queridos fue que se diera un buen baño.
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Nicolás Carvajal no dejó s espíritu aventurero en el Atlántico, después de eso cruzó en kayak el Estrecho de Bering y navegó en un barco vikingo por las costas africanas. En la actualidad divide su vida entre Bogotá e Inglaterra, donde entrena a veteranos de guerra británicos en navegación como una terapia contra el estrés postraumático y realiza charlas motivacionales.
"Si está pasando por un mal momento, no se estrese, porque eso pasa. Y si está pasando por un buen momento no sea creído, disfrútelo, gócelo y compártalo, porque eso también va a pasar", es la gran reflexión y aprendizaje que le dejó su paso por el mar.
Ahora tiene una meta más ambiciosa, quiere repetir la hazaña pero en el océano Pacífico, remando en solitario. En este desafío duplicará la distancia de su travesía por el Atlántico, siendo ahora unos 10.000 kilómetros, distancia que estima le tomará recorrer entre seis y diez meses.
Carvajal definitivamente es uno de los guerreros del siglo XXI, no solo desafía los límites del cuerpo y la mente, sino que demuestra que la verdadera aventura comienza cuando se enfrenta el miedo y se elige vivir sin ataduras.