No son hijos del famoso cantante mexicano Antonio Aguilar ni de Ángela, pero su madre tiene más fuerza en la voz cuando le canta la tabla a Los Aguilar. Sus cuatro hijos, obedientes, aceptaron el sueño de su mamá de verlos en el Ejército de Colombia, y no por un embeleco. Doña Libey Vargas sabe que esa es una oportunidad que les abrirá las puertas y los ojos también para que puedan hacer con su vida lo que ella nunca pudo. En Los informantes contamos la historia Firmes!!! X4, cuatro hermanos que van detrás de una estrella y por qué no, del sol.
“Terminaron su bachiller gracias a Dios y yo les decía ‘¿Si ven mis hijos? A pesar de que su papá decía que qué cuentos del colegio’ porque él era analfabeta y no se había muerto de hambre. Hay mucho que aprender y experimentar, eso era lo que yo quería para ellos. Lo que uno no puede hacer es lo que no se propone”. Doña Libey Yanira Vargas Lanceros es mamá de seis hijos con muchas limitaciones, pero inteligente y determinada; se empeñó en darles una vida mejor a la suya y entregó a cuatro de ellos al Ejército Nacional para que presten el servicio miliar, pero no en cualquier parte, ellos están juntos en el Batallón de Infantería número 37 del Guardia Presidencial.
La única mujer, Giselle Viviana, tiene 23 años y relata cómo fue la reacción de su madre cuando los vio a los cuatro uniformados: “Esa mujer lloró, ver a mis hermanos camuflados y quería foto. No lo creía, ni pensaba vernos así, era un sueño que tenía y lo logró”.
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Son una familia campesina muy unida, criados con el cariño y también la mano dura de doña Libey. “Yo creo que de nacimiento tiene ese rango, la general de Aguilar”, expresa José Gabriel sobre el carácter de su madre.
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Crecieron en una vereda a un par de horas de Otanche en Boyacá, pero con los aguaceros y el mal estado de las vías, llegar desde su casa hasta Bogotá fue una verdadera travesía de casi ocho horas de viaje.
“Yo me considero una persona con muchos valores, muy respetuosa y autoritaria. Yo les decía que le bajaran al tono de voz o que no contestara cuando les estaban hablando, porque debían callar para escuchar y así aprender”. Tenía muy claro que jornaleando en el campo iba a ser muy difícil pagarles la educación a los seis, los otros dos ya se fueron y tienen sus trabajos, pero no quería que los cuatro se quedaran trabajando la tierra.