Aminta Jáuregui dice que lo suyo con las tortugas fue amor a primera vista y su propósito en la vida es luchar por su supervivencia. Están amenazadas dentro y fuera del agua, y como si no fuera suficiente, el calentamiento global altera el sexo durante el periodo de incubación de los huevos. Empeñada en encontrar alguna solución, esta bióloga marina y su equipo le mostraron a Los Informantes un invento sencillo y poderoso: una especie de incubadora que hace toda la diferencia.
“Yo fui un criminal con la tortugas, yo maté tortugas, comí tortugas, vendí al mercado tortugas e hice de todo” Miguel Uribe es un pescador que vive en la playa Los Coquitos, cerca al Parque Tayrona, en el departamento de Magdalena, años atrás por falta de educación era todo un cazador de tortugas Laúd y Carey, esta última en peligro crítico de extinción, según la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza, su casa era tan desbordada que de las playas llenas de esta especie solo queda el recuerdo.
“Esto fueron playas que fueron ricas en tortugas hace muchas décadas atrás, aquí salían en una noche 100, 200 tortugas a poner, entonces cada uno cogía dos, tres tortugas esa y vamos y eso se fue acabando”. Pasaron de tener cientos de tortugas en su playa en la época de desove a ver solo unas cuantas si hay suerte.
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Aminta Jáuregui es una bióloga marina santandereana que se enamoró del mar y sobre todo de las tortugas, porque según dicen, son seres especiales y por eso está dedicando su vida a salvarlas.
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“Las podemos describir como seres longevos que han estado en el planeta y han evidenciado tantos cambios drásticos ahorita hablamos del cambio climático, pero la tierra ha soportado la deriva de los continentes y muchos eventos más, ellas han estado aquí, se les decía que eran mensajeras de los dioses y ahora siguen siendo mensajeras del océano adentro. Ellas nos cuentan la calidad del océano”. Por toda esa información que nos pueden dar las tortugas fue que Aminta se fue playa por playa educando pescadores y comunidades enteras para frenar su cacería. “Ha sido fundamental que hemos capacitado a las comunidades”.
Aminta nunca se imaginó que su amor por estas especies de tortugas nacería en los 90 mientras estaba en una salida de campo para ver aves: “Amor a primera vista, era el año 1996, estaba haciendo un curso de aves, estaba en el mirado del Tayrona y dijeron que ahí también salían tortugas marinas y creo que fue de las imágenes más hermosas, ver salir una Laúd de más de metro y medio del mar, era madrugada, estaba dejando como unos visos dorados”.