
La Tramacúa es caliente, no solo las temperaturas que rozan los 40 grados, también el ambiente entre los reclusos que son ni más ni menos los más peligrosos, mediáticos y de más alto perfil criminal. La vida allí era tan hostil que la cárcel no era un lugar de paso para pagar una condena, sino la antesala de la muerte. Los Informantes se sentó a la mesa de paz y probó una receta que sabe a reconciliación. Así es por dentro la cárcel más temible de Colombia.
“Yo le voy a resumir, si yo le puedo dilucidar esa narrativa del sufrimiento de la cárcel, tenga la plena seguridad que vamos a llorar los dos, no le voy a exagerar, aquí salieron heridos peleando un galoncito de agua sucia, que traían de un pozo. Un dragoneante que entraba con una manguera y decía cinco minutos para que recojan agua, donde había 200 internos para recoger 5 minutos agua y los muchachos desesperados por tener un poquito de agua, no quería perderlo y hubo uno una vez que se agredieron apuñaladas”.
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Apuñaladas, garrotazo, con lo que tuvieran en la mano, los presos de aquí de La Tramacúa se intentaban matar casi todos los días y de eso fue testigo este hombre Numar Cortés Mendoza, un tipo alto, de espalda ancha, sindicado de desplazamiento forzado que estuvo en las Autodefensas bajo el mando de alias Jorge 40 y ni siquiera en pleno conflicto vio y vivió lo que tuvo que pasar por esta cárcel. “Yo llegué a defecar sangre y yo pensé que no iba a resistir” No solo por los golpes, sino porque la comida venía con todo menos con comida, era algo así como una porción diaria de veneno y quien me dio sobrevivía esa pócima sabía que aún le faltaba otra guerra y era cuando guardianes y detenidos convertían estos patios en una guerra abierta, sin reglas y sin contemplaciones.
“En un fogueo de un enfrentamiento entre los internos y la guardia lanzaron 28 pipetas y yo quedé privado de bajo los teléfonos”. Así era esta cárcel que no se llama la Tramacúa, pero todo el mundo le dice así, queda en Valledupar y su verdadero nombre es Cárcel Penitenciaria de Alta y Mediana Seguridad y no hay poder humano que alguien le diga así. “Le colocaron una palabra costeña, muy costeña, que es Tramacúa, entonces le decía ‘lo mandaron para la Tramacúa’, que quiere decir que era una cárcel enorme, un trabajo que no es fácil”.
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El mayor Jaider Ospino Castillo es el director de esta enormidad que costó $20.000 millones de pesos y que fue construida en el año 2000, tiene 12 pabellones y 1400 presos. El pabellón 6 es el más pequeño y allí solo están recluidos personajes como Luis Alfredo Garavito y Rafael Uribe Noguera junto a 12 presos más que hayan cometido delitos de alto impacto, aunque también se mezclan con otros detenidos.