Judith Pinedo salió de la cárcel con todas las ganas de volver a coger el timón de Cartagena gane o pierda. Ella ya puede cantar victoria porque pase lo que pase puede caminar mirando al cielo, dando gracias, porque ya no ve la vida a través de las rejas injustas de una cárcel.
“Yo sentía como el ruido del carro y me montaba en una silla para poder llegar a la ventanita de la celda y entonces él entregaba la comida y se paraba en la mitad de un solazo impresionante y creo que me veía la mano y yo lo veía de pie y ahí creo que llorábamos los dos. Yo tenía que entregar la lonchera sucia para que me entregaran lo que venía y entonces yo no podía recibírsela, pero yo me ponía de manera que cuando abrieran la puerta pudiera verlo en ese minuto, en ese segundo porque eso no era ni minuto y entonces ahí lo veía y él me podía ver, así que yo me arreglaba todos los días para dos segundos en que Arturo me podía ver”.
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Eso le bastaba a Judith Pinedo para pasar el resto del día encerrada en una celda de la cárcel de mujeres de Cartagena a la espera del otro día, a la misma hora, para ver por un par de segundos a Arturo, su marido. El tribunal de Cartagena la condenó a 12 años de cárcel porque habría vendido un pedazo de playa a particulares cuando fue alcaldesa de 2008 a 2011, pero la Corte Suprema de Justicia echó para abajo toda la argumentación del Tribunal y hoy está libre e inocente.
“Volví a escribir cartas de amor a mano diarias. Yo tengo las mías completas y Arturo tiene las suyas, todavía no me he atrevido a leerlas”, y de pronto hasta ya no haga falta, porque ya no tiene que estar pendiente del ruido del motor para verlo, ahora está aquí con él, retomando ese amor que lleva 42 años desde ese día que se conocieron en la Universidad de Cartagena, cuando él acababa de llegar de Magangué y ella era una peladita estudiante revoltosa de Cartagena. “Yo tenía novio cuando entré a la Universidad, primero nos hicimos amigos, éramos representantes estudiantiles de nuestro curso y bueno, yo creo que en la lucha estudiantil empezó la cosa”.
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Se volvieron inseparables, se iban dando cuenta de que leían lo mismo y que la fogosidad de los 80 los estaba envolviendo y un día se volvieron a mirar y supieron que en las buenas y en las malas estarían juntos.