Luis Fernando Acosta, conocido en el bajo mundo como Ñangas, sobrevivió a la guerra para contar el cuento. Fue uno de los terroristas utilizados por Pablo Escobar para llenar de miedo y dolor el país. Era el administrador de la dinamita con la que armaban los carros bomba y fue de los últimos hombres que le quedaron al máximo líder del Cartel de Medellín para pelear su guerra. Pagó su condena y desde que salió en libertad ha vivido camuflado como un camaleón para que sus enemigos no lo maten.
Ocho años después de haber recobrado su libertad, en el 2017, con peluca y bigote postizos, Ñangas le contó a Los Informantes secretos desconocidos del Cartel de Medellín.
“Después de que ponemos estas bombas acá en Bogotá me encaleto en una finca, Pablo me manda una boleta y me dice 'piérdase un tiempo, lo van es a picar’. Con la primera bomba ya tenían un retrato hablado mío”, recordó el hombre de confianza del narcotraficante.
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“Esa fue decisión de Pablo, dijo ‘vaya para Bogotá y empecemos la fiesta allá, vamos a darles donde más les duele’. Nosotros teníamos una finca en Guasca y teníamos tres mil kilos de dinamita”, aseguró alias Ñangas.
Ñangas fue la mano derecha de alias de El Chopo, el sanguinario jefe de sicarios del fundador del cartel de Medellín. "Para mí era más bandido Chopo que el mismo Pablo, inclusive Pablo lo respetaba mucho, era una persona muy violenta, te digo que mataba por sospecha”, relató.
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Junto a El Chopo, vio la crueldad de Escobar con sus enemigos: “Rogaban que los mataran de una vez antes de una tortura, hablaban para que los mataran, había muchas formas, (por ejemplo) con un taladro en una rodilla”, reveló Luis Fernando Acosta sobre los crueles métodos usados para sus fines criminales.
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Cuando Pablo Escobar ordenó matar policías, Ñangas le pagaba a cada sicario por la vuelta: “Una noche caían 2, 3 policías. Eso lo pagaba uno en dólares, si era un oficial daban cinco millones de pesos”.
Ñangas fue carpintero, ladrón, jefe de banda, sicario, secuestrador y su lealtad a Pablo Escobar lo llevó a un deshonroso ascenso: poner bombas por toda Bogotá cuando el capo se voló de La Catedral, una prisión ubicada en Envigado.
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En una finca papera en el municipio de Guasca, en Cundinamarca, se guardaba la dinamita con la que Ñangas organizaba cada atentado. Su primer carro bomba fue el 21 de enero de 1993, en la carrera séptima con calle 72. Ese día no hubo muertos, pero sí 23 heridos.
Una cifra escandalosa para el país, aunque miserable para Escobar. “Me dice El Chopo, ‘hermano, el hombre no quedó muy contento con eso, necesitaba que se hiciera más bulla con eso”, señaló Ñangas.
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Faltando pocos días para poner una volqueta en la Dijín, el hombre de confianza de Pablo Escobar lo traicionó. Ñangas les dijo a las autoridades que si no lo mataban les entregaba la caleta con dinamita en Bogotá.
Con 32 años, preso en una cárcel de máxima seguridad y paranoico porque podrían matarlo, recibió la condena a 60 años de cárcel. Con lo que para él era una cadena perpetua y compartiendo prisión con sus enemigos, lo único que vio viable en su vida fue una fuga.
Finalmente, fue recapturado y en prisión planeó una nueva fuga. Trabajaba como carpintero en la cárcel de Itagüí y quería usar un mueble para escaparse, pero el plan fue frenado por un narco.
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La justicia redujo su condena y de 60 años quedó en 40, de los cuales pagó 14 años. Se convirtió en escritor y en Los Informantes le pidió perdón al país por todo el daño que cometió.
Vea la historia completa de Los Informantes aquí :
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