Todos los colombianos, amantes o no del fútbol, alguna vez vieron a Fredy Guarín demostrar su agilidad en el campo. Era un mediocampista goleador y especialmente carismático. Pero con el paso de los años, las redes sociales mostraron a otro Fredy, uno que se dejó llevar por los excesos.
>> También puede leer: Fredy Guarín: estas han sido las mujeres con las que el futbolista ha tenido hijos
Nunca es tarde para recuperarse y ahora, con 38 años, Fredy Alejandro Guarín Vásquez llora como un niño desconsolado, en medio de una entrevista con Los Informantes , arrepentido por los errores del pasado, pero con la misma sonrisa de siempre y un nuevo plan de vida en el que se vive un día a la vez. Sigue siendo un campeón, uno que ahora le gana la batalla a las adicciones.
Un talento de Puerto Boyacá para el mundo
Fredy Guarín nació en Puerto Boyacá, donde vivía con sus padres y sus dos hermanos, pero creció en Ibagué, criado por una tía. Empezó a construir la que sería su familia y su carrera desde antes de los 15 años, cuando demostró que podía ser uno de los mejores futbolistas de Colombia y el mundo.
Publicidad
Empezó en la segunda división con el Atlético Huila, “a los seis meses me subieron al equipo profesional, a los 16 años debuté en el fútbol profesional contra el Deportivo Cali”, recordó, y de ahí en adelante todo fue un camino hacia la cima del mundo, desde donde tuvo una fuerte caída.
Rápidamente sus pases y jugadas goleadoras lo llevaron a jugar como titular en la Selección Colombia sub 17, más tarde en la sub 20 y luego en la de mayores. Su talento era innegable y su reconocimiento a nivel nacional cada vez más grande. Fue ahí cuando el niño de Puerto Boyacá conoce nuevos horizontes internacionales y empieza a hablar de fama, dinero y fiesta en cantidades que deslumbran y encandilan a muchos.
Publicidad
Tenía 18 años, pero ya estaba con su primera esposa y su hijo mayor Daniel empezaba a vivir. “Desde que Daniel nació empezaron a pasar cosas maravillosas en mi vida”, aseguró y, en efecto, fue en ese entonces en que despegó su carrera internacional.
Su primera parada internacional fue en el Boca Juniors, en Argentina, donde aprendió la “mentalidad ganadora”. De ahí se va para el Saint Ettiene, en Francia, acompañado también por su familia y le fue tan bien en Francia que pasó al Porto de Portugal, donde ganó la Uefa.
>>> Habla en Los Informantes mamá de Luis Santiago, niño de 11 meses que fue asesinado por su padre
“Fue una experiencia linda porque después de mi persona, llegó Falcao y después llega James, entonces éramos los tres en el Porto”. Así nació la bella amistad entre Fredy Guarín, Falcao y James Rodríguez, quienes lo vieron alcanzar el éxito con las manos y perderlo en un torbellino de excesos y adicciones.
Publicidad
Un ascenso hacia el infierno
Luego del éxito en el Porto, Guarín firmó con el Inter de Milán y fue ahí cuando empezó a envolverse entre la extravagancia y el alcohol sin darse cuenta. “Empecé a ganar mi nombre en Italia. Ya empezó un tema fuera del campo, empezó a hacer silencio el estadio”.
Fredy Guarín empezó a doblegarse ante el licor con cada copa, pero en la cancha seguía siendo goleador, resultados que lo llenaban de ovaciones y aplausos, alimentando su soberbia. “Yo lo manejaba muy bien, me emborrachaba dos días antes del partido y yo llegaba y funcionaba, ganábamos, hacía uno o dos goles”, un esfuerzo que, según su relato, era resultado de su “cargo de consciencia”.
Publicidad
Con el tiempo ya no era solo dos días antes de cada partido y ya ni siquiera se respetaban lugares en los que convivía con su familia. “[Tomaba] en la casa, en la discoteca, en el restaurante, me buscaba el parche. Yo tenía ya mi familia y ahí era la vaina jodida, sabía que estaba haciendo mal, tanto en la responsabilidad laboral como en la familiar”.
Terminó por no llegar a su casa ni a los entrenamientos y los excesos empezaron a pasar factura. “Perdí el objetivo de un hogar, el objetivo del fútbol, ya sentía que no había límites”.
Los límites los marcaron su familia, sus amigos y el Porto, pero Fredy Guarín, embriagado de alcohol, soberbia y ego, se va para el Shangai Shenhua, equipo de China. Allí jugó y descubrió que siempre podía haber más, más botellas, más amigos y más plata, tanta que hasta se compró su propio avión.
“En China sí supe lo que era el alcohol de verdad, desde el primer día que llegué me degeneré alcohólicamente. Me levantaba para ir a entrenar y después del entreno, alcohol. Descansaba un poco, entreno y alcohol y así era todos los días”, aseguró.
Publicidad
Para seguir fortaleciendo su ego, Guarín seguía siendo un astro en la cancha y cumplía con sus objetivos personales y los que necesitaba su equipo, lo que lo llevó a renovar el contrato en China dos años más y hacer así su fortuna incalculable. En ese entonces regresó con esposa y, aunque le juró que dejaría el alcohol y todo iba a ser distinto, su rutina siguió: jugaba y tomaba, tomaba y jugaba.
Fredy Alejandro Guarín llegó a sentirse el rey del planeta, montando su propio avión, llevando a sus amigos a fiestas. “Yo no tenía noción de la plata, ganaba mucho dinero, a mi la plata ni me entraba a mi cuenta allá, yo la mandaba toda para Europa, yo vivía era con los premios y me daba una vida de lujos. Rumba, yates, aviones, regalé plata”.
Publicidad
Se acabó su contrato en China y regresó al continente suramericano, llegando al Vasco da Gama, en Brasil. Su talento seguía siendo su gran carta de presentación y, nuevamente, los goles y buenos resultados alimentaron su creencia de que todo estaba bien y controlado. “Fueron seis meses que me hicieron sentir el hombre más feliz del mundo”.
Fredy Guarín estuvo a punto de perder la vida borracho
En un abrir y cerrar de ojos, pasó de ser el hombre más feliz del mundo al más infeliz. Se separó de su segunda mujer y vino la pandemia del covid-19, un confinamiento completamente solo en Brasil en donde su único compañero era el alcohol. Reconoció que podía tomarse hasta 70 cervezas en una noche y sin fútbol que lo detuviera empezó a subirle el nivel a los excesos.
“Me iba para favela, allá en Brasil, ya estaba con cualquier chica sin protección, me abandoné por completo, borracho me iba a buscar peligro, buscar adrenalina, a ver armas, movimiento, yo no media riesgo de nada”, confesó.
Finalmente, Fredy Guarín sintió que había tocado un límite y pedía a gritos regresar a su natal Colombia, pero los vuelos humanitarios eran escasos, y el sentido de la vida flaqueaba en una mente embriagada. “Fueron días pesados, me la pasé borracho 10 días por completo, me quedaba dormido del cansancio y me levantaba con una cerveza al lado”.
Publicidad
En medio de ese caos, su vida se salvó por un milagro. “Yo vivía en el piso 17 y me desconecté de la vida, de todo, mi reacción fue mandarme [por el balcón]”, pero por fortuna “había una malla, salté y me devolvió, yo obviamente inconsciente de lo que estaba haciendo, yo no sé qué pasó”.
Mientras en el mundo las noticias informaban sobre miles de muertes por un desconocido virus, Fredy Guarín aseguró que “sabía que en cualquier borrachera me iba a morir. Yo llegaba a ese punto, en el que no me importara nada para poder hacerme daño”.
Publicidad
Logró regresar a Colombia para estar con su familia y entonces vino una prueba aún más difícil. El país volvió a saber del futbolista, pero no por sus logros en la cancha, sino por un polémico video en el que sale esposado, borracho, ensangrentado y lleno de pánico de la casa de sus padres. “Era la muerte o la cárcel, reconoció y se quebró al recordar las imágenes de ese video que lo marcó para siempre.
Una nueva oportunidad para Fredy Guarín
Alejado por completo de las canchas y aceptando que tenía un problema, Fredy Guarín se acordó de su profe Liliana Rodríguez, una jovencita que le daba clases en el colegio y que siempre tenía un abrazo sincero para él. Ahora ella estaba dedicada a su fundación y clínica de rehabilitación.
Rodríguez le brindó su apoyo a Guarín y, desde hace varios meses, la historia de vida del futbolista es otra en su refugio en Envigado, Antioquia, donde vive y disfruta de otros placeres, como cuidar de sus caballos mientras lleva una vida de sobriedad.
Ahora está seguro de que su testimonio “es un propósito que Dios está poniendo en nosotros, que sé que va a llegar a muchos rincones del mundo, va a tocar muchos corazones y de seguro va a salvar vidas”. El próximo año Fredy Guarín será embajador en Estados Unidos de la estrategia de salud mental en contra de estas enfermedades en los deportistas.