Ninguna democracia es perfecta, pero hay que defenderla y estar vigilantes porque se puede ir erosionando hasta convertirse en un régimen totalitario donde no se puede ni hablar como en Nicaragua, de la mano de Daniel Ortega, que terminó amarrado al poder encarcelando a sus rivales políticos y persiguiendo hasta a los sandinistas, con los que alguna vez tumbaron a otro tirano. Los Informantes siguió el rastro de los exiliados y el drama de vivir en el limbo.
“Pero iba con un terror, yo sentía que cada vez me hacía más chiquito, yo soy chaparrito y es que ese lugar es enorme y escuchaba ruido de gente que estaba detrás de esos portones, llego y voy caminando así cabeza abajo y de repente me voltean bruscamente hacia un portón negro, me dicen ‘quítate la ropa’, me abrumaba y tenía miedo incertidumbre de qué pasaba con mi familia”. “El régimen te quiere quebrar moralmente, te quiere desmoralizar, entonces parte de tu lucha es que no te desmoralicen, es decir, mantener una moral alta, mantener todo el compromiso alto”.
Encarcelados, perseguido o exiliados, en un limbo migratorio y existencial, muy lejos de su familia de sus amigos y de su país, uno en Estados Unidos y otro en Colombia, como si fueran apátridas o traidores de la patria, así terminaron Alex Hernández y Douglas Castro, dos jóvenes defensores de la democracia Nicaragua por levantar la voz en contra del régimen de Daniel Ortega.
“A nosotros nos acusa de traición a la patria, de difundir noticias falsas, todo en el marco de estas nuevas leyes que ellos hicieron en la última andanada represiva del 2020, pero es bastante ambigua porque no te dicen por qué traicionar a la patria, lo que se entiende que traicionar a la patria es no rendirle pleitesía o no apoyar al régimen de Daniel Ortega”.
Publicidad
“Dos veces preso, estuve exiliado, perdí mi carrera, perdí mi familia, mi nacionalidad, de las cosas que más me ha dolido”. Alex venía de una familia sandinista que apoyaba Ortega desde que tumbaron juntos al dictador Anastasio Somoza, pero los abusos del régimen lo alejaron de su familia y lo llevaron a marchar en contra de un gobierno que llevaba 13 años y dos reelecciones perpetuándose en el poder. “Hay un quiebre ahí bastante difícil, pero eso no ha impedido que ya asumiese la responsabilidad y los riesgos que conllevan separarse de una ideología equivocada y buscar transformar el país”.
Douglas estaba felizmente casado con una colombiana, venía de un pueblito chiquito y soñaba con seguir avanzando en su carrera académica como profesor universitario, pero tampoco pudo quedarse callado cuando empezó a ver como el régimen silenciaba unas protestas, golpeado hasta los ancianos y causando la muerte de varios de sus manifestantes que empezaron a exigir la salida de Ortega del poder y de su esposa vicepresidenta.
Publicidad
“Para explicar un poco el estallido social de Nicaragua, dejó más de 350 muertos, es considerado la ola de protestas más grande en la historia de Nicaragua, solo comparada con insurrección del 79 que dio al traste con la dictadura somocista. Los nicaragüenses, estamos más que convencidos de que el proyecto es que Daniel Ortega le dé el poder a Rosario Murillo y después está se lo dé a Laureano y no sabemos a quienes más de su familia, porque eso nos regresa al momento del somocismo”.