En diferentes circunstancias de la vida, Évelyne Goubert perdió lo que más quería, a sus tres hijos Nicolás, Alejandra y Mateo. Las palabras no alcanzan para describir el dolor de mirar la muerte a los ojos. Este testimonio de una tragedia multiplicada por tres es también un ejemplo de resiliencia y de la capacidad de sanar. Véalo en Los Informantes.
“La muerte de un hijo es un terremoto interno, donde tú quieres botarlo todo, tú quieres renunciar al trabajo, tú quieres hacer un cambio en tu vida absoluto como que para dejar el dolor afuera y no te das cuenta que el dolor lo vas a cargar siempre”, así define en pocas palabras, pero con mucho valor, Évelyne Goubert lo que ha tenido que pasar. Aunque ya no están físicamente, dice que sus hijos son su primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir.
(Lea también: ¿Cómo Fredy Guarín superó el alcoholismo? Así ha sido su proceso de rehabilitación y recuperación )
Nicolás, Alejandra y Mateo murieron por razones distintas y en diferentes momentos de la vida de Évelyne Goubert.
Publicidad
“Yo no sé si haya las palabras suficientes para describir lo que significa un hijo en la vida de una persona. Yo quedé embarazada muy jovencita y fue la felicidad más grande. El saber que hay una vida dentro de ti te cambia absolutamente todo. Después llegaron mis otros dos hijos y todo el propósito cambia. Toda tu vida se convierte en sacarlos adelante”, recuerda convencida de ser mamá fue la mejor decisión que tomó.
Sin embargo, el destino le tenía preparadas unas pruebas que ningún padre quisiera enfrentar.
Publicidad
“Me hubiera encantado saber cómo iban a ser de adultos, cómo iba a ser físicamente, qué carrera hubiera elegido, con qué hubiera soñado”, reconoce en Los Informantes, enfatizando que no son las personas las que se pierden, sino “los sueños, la esperanza, el futuro”.
¿Qué pasó con sus hijos?
Évelyne Goubert siempre soñó con ser mamá y, en el 86, cuando le dijeron que estaba embarazada de Nicolás, su primer hijo, la vida se puso patas arriba. Ella tenía 18 años y su pareja 22, aunque era jóvenes y la situación no estaba nada fácil en su cabeza solo había una idea: sacar a su bebé adelante, entonces se casaron y formaron un hogar.
(Lea también: Johana Bahamón, entre las 100 mujeres más influyentes: ¿qué la llevó a trabajar en las cárceles? )
El embarazo de Nicolás fue de alto riesgo. Nació de 7 meses y desde el principio supieron que su vida corría peligro. Un día después del parto les dijeron que el bebé había sufrido 3 paros cardiorrespiratorios y podría tener daño cerebral. Murió pocas horas después.
Publicidad
“Mi vida perdió todo el sentido y yo todavía no recuerdo qué pasó en los siguientes 4 años, no tengo ni idea, sé que era mucho dolor, que estaba muy perdida”, cuenta al señalar que el alivio llegó a su vida al quedar embarazada por segunda vez y tener en sus brazos a Mateo.
Cuatro años después de enfrentar esa dolorosa pérdida de Nicolás, Mateo nació completamente sano y pesó 3200. “Les dicen los niños arcoíris, llegan a poner color a la vida”, subraya en Los Informantes.
Publicidad
Con la llegada de ese nuevo integrante de la familia, la vida se recompuso, las heridas empezaron a sanar, la situación económica mejoró y 11 años después la felicidad estuvo completa con el nacimiento de Alejandra.
A pesar de la diferencia de edad, Alejandra y Mateo eran inseparables. Eran muy distintos, pero se tenían un infinito amor. “Se llevaban 11 años, Alejandra de 11 y Mateo de 22 años, pues son dos mundos distintos, entonces todo gira alrededor de ellos. Mateo siempre se quería llevar a su hermana y entonces la pelea era déjame a tu hermana acá, no te la llevas este fin de semana, porque él quería armar paseo y meter a su hermana en la maleta siempre”, dice Évelyne.
Alejandra nunca tuvo problemas de salud, pero una negligencia médica volvió a causarle dolor a esta familia. Un día, el viernes 1 de junio de 2012, la niña se enfermó y decidieron llevarla a urgencias en la Clínica Shaio.
“Este primer médico nos dice que es una gastritis, que probablemente está estresada con los exámenes y que eso no es nada, le formuló algún medicamento y la llevamos para la casa”, explica Évelyne sobre cómo inició el suplicio de Alejandra.
Publicidad
Debido a que la niña no mejoraba, asistieron de nuevo a la clínica el domingo siguiente, pero la atención tampoco fue la que esperaban.
“Llegamos donde un segundo médico, también pediatra de urgencias, y ese día había partido de Colombia. El médico estaba vestido con la camiseta de la selección Colombia y todo el tema lo giraba hacia Colombia”. Aunque Évelyne afirma que le dijo al doctor que notaba un drástico cambio en el peso de su hija, este le respondió “ay, las mamás sí que son exageradas” y reafirmó el diagnóstico inicial: que se trataba de una gastritis.
Publicidad
Sin embargo, no era eso lo que tenía Alejandra, en una tercera ida a urgencias, ya muy enferma, supieron que se trataba de una diabetes tipo 1 o diabetes juvenil, una afección crónica en la que el páncreas produce poca insulina o sencillamente no lo hace. Esta hormona es vital para permitir que el azúcar ingrese a las células y, si no se trata a tiempo, puede ser fatal, como fue para la niña de Évelyne Goubert.
(Lea también: La Nena Arrázola, de Los Informantes, y las pruebas que enfrentó por el cáncer: “Yo gateaba” )
Alejandra tuvo muerte cerebral y el jueves siguiente en junta médica les dijeron a sus padres que había que desconectarla. La búsqueda de justicia, en medio del dolor, empezó en ese mismo instante, pero fue solo hasta noviembre de 2023 cuando ganaron la batalla judicial. La Corte Suprema de Justicia dejó en firme el fallo por negligencia médica contra Andrés Carvajal, el segundo médico que atendió a la hija de Évelyne, condenado a 3 años de prisión y a una inhabilidad para ejercer la medicina por 21 meses.
Por la muerte de Alejandra Lineros la Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá condenó a la Clínica Shaio y a la EPS Aliansalud al pago de perjuicios materiales y morales por el tope máximo que la Corte ha establecido en toda su historia.
Publicidad
Luego, Évelyne se separó de su esposo y su hijo mayor, Mateo, se fue a vivir en un apartamento cercano con su papá y se retiró de la Universidad. El dolor era tan grande que no alcanzan las palabras para describirlo.
“Tuve que aprender a no ver a mi hija como mi verdugo, porque decía: ‘ella fue motor de mi felicidad durante 11 años de mi vida. No la puedo convertir en mi verdugo ahora’. (No puedo decir) que ‘mi vida se dañó porque Alejandra no está’, que ‘vivo triste porque Alejandra no está’, no, ella no es la culpable de entonces tengo que aprender a vivir con su recuerdo y no con su ausencia”, dice.
Publicidad
Por si fuera poco, un año después de la muerte de Alejandra, a Mateo le diagnosticaron cáncer de mediastino con metástasis en los pulmones. Intentaron todo por salvar su vida, desde quimioterapia hasta medicina alternativa. Durante 7 meses, él, que era el único nieto hombre en su familia, viajó y pudo despedirse de su familia. Se fue de este mundo tranquilo, fiel a la vida que llevaba.
“La vida perfectamente ideal no existe”
Por tercera vez, Evelyn enfrentó la muerte. Pensó que ese era su final, pidió irse de este mundo, no veía sentido en seguir adelante. El dolor duró meses, años y nunca se fue del todo.
“Era un domingo y en algún momento yo dije ‘¿qué día es hoy, es domingo y dónde está la gente? Estoy sola y he llorado todo el día y ni siquiera el teléfono ha sonado. Y eso me llevó a pensar que la gente está viviendo sus vidas y la única que se está muriendo acá en vida eres tú. ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres vivir para siempre o quieres conectar de nuevo con la vida?”, cuestionarse así fue la base para su renacer. En medio de la batalla por honrar la memoria de sus hijos, 2 años después Evelyn reconstruyó la vida, se volvió a casar y reenfocó su carrera para ayudar a otros a sanar a transitar por el duelo.
Logró sobreponerse y reconstruir la vida ayudando a otros a superar lo que no tiene nombre. Decidió que todo ese dolor tiene que servir para algo y por eso ahora cuenta su historia.
Publicidad
“Si la vida va rotando y nos va pasando a todos, por qué a ti la vida no te tendría que pasar. Y es que tiene que ver con el mundo Disney, entendemos la vida como algo perfectamente ideal, pero eso no existe. La vida incluye dolor y sufrimiento y es de las cosas más importantes que trae la vida, porque si tú ves en el placer nadie crece, ahí lo único que la pasamos es bueno, pero no pasa nada más importante. Pero en el dolor y el sufrimiento sí o sí hay crecimiento”, puntualiza.