Después de años de depresiones y hasta intentos de quitarse de la vida, Fabiola Hernández pensó que ya había superado la muerte de su esposo durante la toma del Palacio de Justicia. Sin embargo, la Fiscalía reabrió el caso, exhumó sus restos y se encontró con algo aterrador: no era su marido el que estaba enterrado en la tumba a la que ella le había llorado por más de tres décadas, sino, por el contrario, se trataba de dos de sus posibles verdugos.
Los Informantes conoció a la viuda de Libardo Durán en el 2018 y esto contó: “Fuera de que quedo viuda y que se destruye mi vida, los que estaban ahí y a los que yo les hice todo el duelo eran dos guerrilleros... quería que se abriera la Tierra y me tragara”, recordó.
El holocausto de la toma del Palacio de Justicia
Se conmemoran 39 años del holocausto y a Fabiola no solo le duele la ausencia de su esposo, sino haberle rendido culto durante más de la mitad de su vida a la tumba de sus posibles verdugos y todo por lo que ella considera una ligereza al identificar los cuerpos de quienes murieron durante la toma del Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985.
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“Me mostraron el reloj de Libardo, el reloj sí era de él y lo que estaba ahí cerca a ese reloj era Libardo, o sea, los pedacitos que encontraron ahí, que podrían ser pedazos de mesa, de metal, lo que había, ese era Libardo”, aseguró.
Pero los escombros que los investigadores etiquetaron como los restos mortales de Libardo Durán, el joven escolta del entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, no eran sólo pedazos de madera y metal, en la bolsa también había huesos calcinados de la militante del M-19 Noralba García y del comandante Alfonso Jacquin, uno de los organizadores de la operación que empezó con 350 rehenes y terminó en una masacre.
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Precisamente, a estos dos guerrilleros a los que Fabiola acusa de haberle destrozado la vida fue a quienes lloró hasta quedarse sin aliento. “Llegaba al cementerio antes de que abrieran, soltaba todas las flores, hacía corazones... y ya los vigilantes iban y me decían ‘señorita, tiene que salir, tenemos que cerrar’ y así pasó mucho tiempo”, recordó.
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La mujer intentó recomponer su vida, estudió mecánica dental, trabajó hasta pensionarse en el Departamento de Sanidad de la Policía y tuvo un par de hijos que adora, todo mientras lloraba la tumba de su primer amor.
Todavía se derrumba cuando recuerda ese hombre entregado con quien había durado cinco años de novia y se había casado apenas 11 meses antes de su muerte. Ella asintió que vivió una pesadilla, tenía solo 20 años cuando todo sucedió y en algún momento pensó que lo mejor era suicidarse.
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Libardo Durán, que siempre había soñado con un trabajo de acción dentro de la Policía, falleció apenas dos semanas después de asumir como escolta del magistrado Alfonso Reyes Echandía, uno de los hombres más amenazados del país en 1985.
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Fabiola intentó llegar al lugar de los hechos, pero se lo impidieron. Fueron cuatro días doloroso que ella no quiere recordar, 96 horas en las que no supo nada de Libardo, lo buscó hasta uno de sus peores temores se convirtió en realidad: en las noticias señalaban que habían encontrado los cuerpos de los dos escoltas del presidente de la Corte.
Una llama le reveló a Fabiola la verdad
Pasaron los años y, cuando pensó que ya había superado la muerte de su esposo, una llamada le revivió todos los miedos del pasado. Le pidieron autorización para realizar la exhumación del cadáver de su Libardo.
“Me llaman de la Fiscalía para darme el resultado y, que comprobado con unas muestras que se habían tomado, que Libardo estaba en una caja de esos restos que encontraron la fosa común”, aseguró.
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Fabiola pudo despedir definitivamente al amor de su vida el 25 de mayo de 2018, con una misa en la Catedral de Bogotá, en la que le dedicó algunas palabras que duró varias noches escribiendo. Sus restos ahora reposan en un osario del cementerio Jardines del Recuerdo.
Como una mujer creyente, dice que volverá a ver a Libardo, piensa que él la está esperando en el cielo para darle un abrazo que dure hasta la eternidad y estar juntos por los siglos de los siglos.
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