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El poderoso testimonio de una psicóloga que enfrentó la muerte de su hijo, quien se quitó la vida
La psicóloga María Emma Martínez se rompió por dentro cuando su hijo y sobrina se quitaron la vida. Hoy, su testimonio conmueve y muestra que, incluso en el dolor más profundo, es posible sanar.
María Emma Martínez ha atravesado varios duelos que, en más de una ocasión, la hicieron cuestionar incluso su vocación. Es psicóloga y, aunque cuenta con las herramientas para afrontar las adversidades, la muerte de su hijo y de su sobrina por suicidio la puso a prueba como nunca antes, llevándola a replantearse todo. Un equipo de Los Informantes
conoció su valiente y conmovedor testimonio.
"En ese momento, llegaron una cuñada y un sobrino por mí. Arrancamos hacia el hospital y, cuando llegamos, Daniel ya no estaba. Entré a la habitación donde lo tenían, le cerré los ojitos, le tomé la mano y le dije: 'Esta fue tu decisión, vete en paz que nosotros vamos a estar bien’”, así recuerda con enorme valentía María Emma, sobre el día en que tuvo que despedirse de su hijo. Aunque ya no está físicamente, asegura que su presencia sigue viva en su vida.
Daniel, el hijo mayor de María Emma, se quitó la vida. Llevaba meses, incluso años, cargando una sombra muy pesada en su cabeza que no pudo resistir. “El día anterior, la perrita que él tenía en casa empezó a ladrar. Me desperté y vi a Dani en el balcón consumiendo. Lo regañé... Al día siguiente él se iba para el colegio. Yo no pensaba despedirme porque seguía muy enojada, pero en la puerta le dije: ‘Hijo, independientemente de lo que esté pasando, quiero que recuerdes que te amo profundamente’”, relató con dolor.
Esa fue la última vez que María Emma vio a su hijo con vida. Daniel tenía 17 años y vivía con su mamá y su hermana Sofía en Sabaneta, Antioquia. Aunque parecía feliz porque salía con sus amigos y disfrutaba de sus actividades favoritas, un día no regresó al colegio. Amaneció en la calle, atrapado por la adicción.
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“Dani, a sus 15 años, empezó a mostrar una profunda melancolía. La melancolía y la depresión
tienen similitudes, pero también diferencias. A él se le dispara más cuando comenzó a consumir”, explicó.
Daniel, el hijo mayor de María Emma, se quitó la vida a los 17 años. Llevaba meses, incluso años, cargando una sombra muy pesada en su cabeza.
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En la madrugada del 22 de agosto de 2014, Daniel regresó al edificio y entró al ascensor, mientras su mamá, en el apartamento, seguía con su rutina habitual, hasta que un frío inexplicable le recorrió el cuerpo, como si, en lo más profundo, supiera que algo había ocurrido.
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"Es un vacío impresionante en la boca del estómago. En ese momento, Sofi -su hija- me dijo: 'Mamá, ¿qué es esto?' Y le respondí: 'No sé, continúa desayunando’”, mencionó, y agregó que segundos después, el portero del edificio le avisó que Daniel había caído desde el piso 20, acabando con su vida.
Atravesó varios duelos
María Emma ha dedicado su vida a acompañar el dolor ajeno. No solo es psicóloga, sino también mentora en procesos de duelo
y perdón. Sin embargo, cuando la tragedia tocó a su puerta, su mundo interior se sacudió por completo y tuvo que replantearse todo: su profesión, su capacidad de ayudar a otros y la manera en que había entendido hasta entonces el sufrimiento.
Desde muy pequeña, María Emma tuvo que enfrentarse a la muerte. Su padre, un ganadero, fue asesinado frente a ella y sus hermanos. Cuatro años después, su madre, quien se había vuelto a casar, falleció a causa de un agresivo cáncer.
"A los 8 años, mi mamá falleció, quedando huérfana de padres y viviendo con mi padrastro," aseguró. Bajo la custodia de su padrastro, tuvo que vivir momentos desgarradores.
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“Sufrí abuso sexual por parte de mi padrastro en mi infancia después de la muerte de mi mamá. Fue abuso sexual, no violación. Él decía que yo era su hija, su mejor amiga y su amante”, contó. A los 15 años, mataron a su padrastro.
Desde muy pequeña, María Emma Martínez tuvo que enfrentarse a la muerte de seres queridos.
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María Emma buscó refugio en su familia y se fue a vivir con su hermano, su cuñada y su sobrina Camila, quien era algunos años menor que ella. Con el tiempo, Camila se convirtió en mucho más: fue su hermana del alma, su confidente y su mejor amiga.
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"Camila era el alma de la fiesta y, cuando se quitó la vida, fue un impacto grandísimo. Fue muy fuerte para todos... Ella tenía todo para ser feliz, pero la depresión es una enfermedad", dijo.
Según ella, comenzó a sentir una profunda culpa por no haberse dado cuenta de que su sobrina estaba atravesando un dolor tan grande. Se preguntaba una y otra vez cómo, siendo psicóloga y tan cercana a ella, no logró ver las señales. Esa culpa la acompañó durante mucho tiempo, alimentando su duelo y su necesidad de encontrar respuestas.
Después de que Camila se quitó la vida, María Emma, angustiada, tuvo una conversación con su hijo Daniel sobre lo sucedido. Le pidió, con el corazón en la mano, que nunca se le ocurriera hacer algo similar. Daniel le respondió: “¿Cómo se te ocurre?”, y, cuatro meses después, tomó esa misma decisión.
Camila, su prima, su hermana del alma, su confidente y su mejor amiga, también se quitó la vida, devastando a toda su familia.
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El poder transformador del duelo
Aunque han pasado más de diez años desde la muerte de su hijo y su sobrina, las dudas aún rondan la mente de María Emma. Preguntas sin respuesta la acompañan en silencio: ¿Qué pude haber hecho diferente? ¿Por qué no lo noté a tiempo? ¿Por qué lo hizo?
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“El colmo para un psicólogo es que su hijo se suicide. ¿Cómo continuó siendo mamá? Porque te sientes fracasada, mala madre, insuficiente, poco merecedora de llevar un título de mamá...¿Qué hice para merecer tanto abandono, tanto sufrimiento?”.
Son interrogantes que la vida no siempre responde, pero que ella ha aprendido a mirar con compasión. “Yo acepto la decisión de Dani, aunque no esté de acuerdo con ella. Pero la acepto, y eso es lo que me ha permitido, hoy, ser una mujer feliz, a pesar de todo”, agregó.
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En Colombia, según cifras de Medicina Legal, 2.984 personas se quitaron la vida
en 2024. A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que, en los últimos años, el suicidio
se ha convertido en la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años.
“Creo en la vida después de la vida. Sé que él está en un estado de conciencia superior y que me acompaña en ciertos momentos”, dijo, agregando que se repite a sí misma que “todo tiene un para qué” y que, como madre, ha comprendido que “no fue su culpa”.
María Emma Martínez ha mirado a la muerte a los ojos en múltiples ocasiones: cuando asesinaron a su padre, durante la enfermedad de su madre, con el suicidio de su sobrina, y de forma aún más cruel, cuando su hijo Daniel tomó la misma decisión. El valor de su testimonio radica en que ha vivido el duelo en carne propia y, en medio del dolor, ha encontrado el camino para sanar y acompañar a otros en su proceso.