Fredy Acevedo tiene un hobby muy particular: entrena palomas de carreras. Una especie de ave de paso fino capaz de volar distancias tan increíbles que hay que ver para creer. Desde Quito hasta Medellín, por ejemplo, desde Riohacha hasta Bogotá, volando a 90 kilómetros por hora, las palomas mensajeras se encuentran siempre el camino de regreso a casa. El vuelo de un hombre pájaro y su bandada de palomas.
“En el camino hay depredadores, hay águilas, hay halcones, hay cables de luz, uno siempre las espera todas siempre y uno siempre se encariña con todas ellas, pero ese es el instinto de ellas, o sea ellas nacieron para ser mensajeras y para afrontar todas las dificultades que puedan presentar en el camino”. A Fredy Acevedo lo conocen como el Hombre Pájaro, es colombófilo o mejor dicho entrenador de palomas de carreras, tiene 39 años, una empresa de chatarra, estudia derecho en las mañanas y el resto del tiempo lo pasa con su esposa, sus dos hijos, cinco perros, dos gatos, cuatro gallinas y un centenar de palomas que entrena en el patio de su casa en el oriente antioqueño.
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Él compara el ejercicio de sus palomas con el de un ciclista profesional, son deportistas de alto rendimiento con la fuerza suficiente para sobrevivir entre montañas, cables, cazadores, aves de rapiña y unas condiciones climáticas que amenazan con desorientarlas e impedirle su regreso a casa. Algunas incluso, nunca vuelven. “Toda la vida tuve animales, siempre me encantaron y cuando conocí el tema de las palomas, eso fue con un amigo que una vez fue al negocio, cuando él fue allá con una caja y soltó unas palomas y yo ‘¿ve y eso qué?’ Unas palomas mensajeras. Hasta que un día el me vio muy motivado y me llevó dos pichones”.
Desde entonces, como si lo hubiera iluminado la mismísima paloma del Espíritu Santo, comenzó a disfrutar de la sorprendente llegada de sus aves que siguiendo esa brújula interna siempre volvían a su palomar.
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Fue por ese instinto de llegar siempre a su palomar que los griegos las usaron para anunciar los ganadores de los juegos olímpicos y en la I Guerra Mundial una sola paloma, Cher Ami, salvó a un batallón entero que estaba perdido. La agencia de noticias Reuters la enviaba sus informes de última hora con una paloma y en 1981, dos hospitales de Normandía, separados por una distancia de 30 km, transportaban muestras de sangre con mucha agilidad. Hoy en día es un hobby muy organizado con federación, clubes y más.