Eveline Goubert perdió, en diferentes circunstancias de su vida, lo que más quería: a sus tres hijos, Nicolás, Alejandra y Mateo. Este es el testimonio de cómo, pese a la tragedia, logró convertir su dolor en resiliencia y en una fuerza inimaginable para sanar.
No hay un solo día en que esta mujer no recuerde a sus hijos. Se ha enfrentado tres veces a este mar de emociones, asegurando que ellos son su primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir.
“La muerte de un hijo es un terremoto interno, donde tú quieres botarlo todo, tú quieres renunciar al trabajo, tú quieres hacer un cambio en tu vida absoluto como que para dejar el dolor afuera y no te das cuenta de que el dolor lo vas a cargar siempre”, mencionó Eveline Goubert.
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Nicolás, Alejandra y Mateo murieron por razones distintas y en diferentes circunstancias de la vida de Eveline.
“Yo no sé si haya palabras suficientes para describir lo que significa un hijo en la vida de una persona", afirmó, y añadió que quedó embarazada muy joven y que “fue la felicidad más grande”.
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Después quedó embarazada de sus otros dos hijos y recuerda que dedicó su vida a sacarlos adelante con mucho esfuerzo y amor. No obstante, tuvo que enfrentarse a una de las pruebas más difíciles de la vida, pues nadie está preparado para la pérdida de un hijo.
“Me hubiera encantado saber cómo iban a ser de adultos, cómo iba a ser físicamente, qué carrera hubiera elegido, con qué hubiera soñado. Se cortan muchas cosas. Esa es la pérdida en general, se pierden los sueños, la esperanza, el futuro”, relató en Los Informantes.
Es un verdadero ejemplo de tenacidad. Eveline decidió que todo su dolor tenía que servir para algo, por ello, quiere contar su historia para ayudar a otros a mirar la muerte a los ojos y transitar por lo que parece imposible.
“Ahí, con ellos, entendí que no somos dueños de nada y que somos administradores de todo. A mí me los dieron para administrar un tiempo, hasta que el dueño los pida”, dijo.
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Enfrentado la muerte de sus hijos
A los 18 años, Eveline quedó embarazada de Nicolás, su primer hijo. Pese a su corta edad, decidió sacar adelante a su bebé junto a su entonces pareja, que tenía 22 años.
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El embarazo de Nicolás fue de alto riesgo. Nació de 7 meses y desde el principio supieron que su vida corría peligro. Un día después del parto les dijeron que el bebé había sufrido 3 paros cardiorrespiratorios y podría tener daño cerebral. Murió pocas horas después.
“Mi vida perdió todo el sentido y yo todavía no recuerdo qué pasó en los siguientes 4 años, no tengo ni idea, sé que era mucho dolor, que estaba muy perdida”, reveló y señaló que, tras la dolorosa pérdida de Nicolás, cuatro años después nació Mateo, quien "llegó a poner color a la vida".
La vida de esta mujer empezó a recomponerse y las heridas a sanar. La situación económica de la familia mejoró y, 11 años después, la felicidad estuvo completa con el nacimiento de Alejandra.
A pesar de la diferencia de edad, Mateo y Alejandra eran inseparables. Eveline recuerda que sus hijos crecieron totalmente sanos y sin ninguna complicación de salud. Sin embargo, los problemas comenzaron cuando Alejandra empezó a quejarse de un fuerte dolor en el estómago.
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Tras la revisión de dos médicos, ambos aseguraron que se trataba de una gastritis. Sin embargo, el dolor no disminuía y la preocupación de su madre la llevó a buscar otra opinión experta.
Ahí supo que su hija Alejandra tenía diabetes tipo 1, también conocida como diabetes juvenil, una afección crónica en la que el páncreas produce poca insulina o sencillamente no la produce. Esta hormona es vital para permitir que el azúcar ingrese a las células y, si no se trata a tiempo, puede tener consecuencias fatales.
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Tras la muerte de Alejandra, Eveline se separó de su esposo, y su hijo mayor, Mateo, se fue a vivir con su papá y se retiró de la universidad. El dolor era tan grande que no alcanzaban las palabras para describirlo.
Luego de vivir la pérdida de dos de sus hijos, llegó una tercera que impactó con el mismo dolor. Un año después de la muerte de Alejandra, a Mateo le diagnosticaron cáncer de mediastino con metástasis en los pulmones.
Su familia intentó todo por salvar su vida, desde quimioterapias hasta medicina alternativa, pero falleció siete meses después de descubrirse su enfermedad.
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Un nuevo renacer
La muerte de sus tres hijos en diferentes etapas de la vida la sumió en un profundo dolor, pero con valentía decidió afrontarlo. Con el tiempo, transformó su sufrimiento en una fuente de fortaleza y resiliencia.
Eveline volvió a reconstruir su vida, se volvió a casar y reenfocó su carrera para ayudar a otros a sanar y a transitar por el duelo.
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“El duelo dura lo que tú dures de víctima, lo que tú dures lamentándote ¿por qué a mí? Fue un duelo bien hecho: lo lloré, lo ausente, le agradecí, hablé con él, pero ya no puedo hacer más porque la vida te exige salir adelante”, comentó.
En noviembre de 2023, se logró justicia para el caso de Alejandra luego de que la familia iniciara un proceso judicial. La Corte Suprema de Justicia dejó en firme el fallo por negligencia médica contra Andrés Carvajal, el segundo médico que atendió a la hija de Eveline. Él fue condenado a tres años de prisión y a una inhabilidad para ejercer la medicina por 21 meses.
“La vida incluye dolor y sufrimiento y es de las cosas más importantes que trae la vida, porque si tú ves en el placer nadie crece, ahí lo único que la pasamos es bueno, pero no pasa nada más importante. Pero en el dolor y el sufrimiento sí o sí hay crecimiento”, concluyó.
Esta valiente madre honra la memoria de sus hijos todos los días. Aprendió a enfocarse en agradecer el tiempo que pasaron juntos, y su historia es un valioso testimonio de resiliencia.
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