Pocas penas son tan aterradoras y polémicas como la pena de muerte. En Estados Unidos, existe el corredor de la muerte, un lugar destinado a los reclusos que esperan su ejecución tras ser declarados culpables de un delito capital. En 2021, Los Informantes reveló la historia de dos mujeres vinculadas a este impactante sitio: una como testigo de cientos de ejecuciones y la otra como esposa de un condenado a muerte.
En Colombia, la pena de muerte está prohibida por la Constitución. Sin embargo, en Estados Unidos, esta práctica se lleva a cabo en casi la mitad de los estados. Para ese entonces, había 122 reclusos de 35 nacionalidades distintas esperando su ejecución, entre ellos, al parecer, dos colombianos.
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Un amor que lucha contra la pena de muerte
Yancy Escobar nació en El Salvador y está casada con un condenado a muerte, por quien está dispuesta a dar la vida. Llegó a Estados Unidos después de que su madre, cansada de la pobreza y la miseria en su país, decidiera cruzar ilegalmente la frontera y luego contratara a unas personas para que la ayudaran a reunirse con su hija en Houston, Texas.
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“Me trajeron con engaños. Me dijeron ‘vamos al parque’ y después nunca regresé. Tal vez no hubiera ido si hubiera sabido que dejaría a mi abuela”, mencionó Yancy, quien aseguró que el viaje fue tan duro que a veces prefiere no recordar ese episodio de su vida.
Creció en una escuela pública de Houston, donde predominaban las pandillas, las drogas y la delincuencia. Allí se enamoró perdidamente de Juan Balderas, un pandillero que logró ganarse el cariño de toda su familia.
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No obstante, mientras estaba en la escuela, Yancy se sorprendió con la detención de su novio Juan, quien a los 19 años fue acusado del asesinato con sevicia de su compañero Eduardo Hernández, un joven del mismo grupo de pandilleros, que había caído en desgracia por delatar a otro miembro del grupo tras un robo.
“Me llama una amiga preguntándome si había visto las noticias. Yo me quedé sorprendida, no lo podía creer. ‘¿No hay evidencia de ADN en la escena?’ No había absolutamente nada. Ni trataron de agarrar las huellas”, dijo.
Su amor la llevó a casarse con Juan entre las celdas de la prisión y a tener una luna de miel a la distancia. Es un recuerdo que, a pesar del dolor, le trae mucha felicidad. “El día más feliz de nuestras vidas”, aseguró.
Según la versión de Yancy y la defensa del caso, dijeron que todo se trató de un montaje, ya que Juan estaba por dejar la pandilla. Además, enfatizaron en que otros compañeros le plantaron el arma homicida para intimidarlo y que el reconocimiento de una testigo en la escena del crimen fue irregular.
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Las irregularidades en la identificación y la demora de un proceso que tardó 8 años en comenzar, junto con la lucha de Yancy por demostrar la inocencia de Juan, convirtieron este caso en un tema mediático y polémico.
“Después de la sentencia, la juez se fue atrás con la fiscal y empezaron a celebrar y aplaudir, un gran triunfo para ellos. Ni dejaron que nosotros como familia saliéramos para no escuchar la celebración”, reveló.
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Testigo de las ejecuciones
Michelle Lyons fue testigo de la ejecución de casi 300 condenados a muerte en el estado de Texas. Como exvocera de la cárcel de Huntsville, una de las más polémicas e infames de EE. UU., tuvo que estar presente cientos de veces en ese cuarto donde los condenados a muerte están amarrados en cruz sobre una camilla y pronuncian su último deseo antes de recibir la inyección letal.
De un lado del cuarto están los seres queridos del condenado y del otro, los familiares de su víctima, exigiendo una vida por la otra. Detrás, sin que nadie lo vea, está la persona que inyecta las tres drogas que acabarán con la vida del ejecutado.
Desde muy joven, Michelle se inició en el mundo del periodismo, gracias a su padre, quien era periodista judicial. Cuando trabajaba como reportera, cubrió una ejecución en la prisión de Huntsville y, desde entonces, se convirtió en testigo y vocera ante los medios de lo que ocurría en ese corredor de la muerte.
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“Había una sensación constante de culpa para mí, porque me agradaba el preso y pensaba ‘quizás, si a esa persona le dieran otra oportunidad, absolutamente se podría redimir’”, afirmó Lyons.
Así como tenía que endurecer su corazón para ignorar el dolor de las familias de los condenados, varios manifestantes que insultaban a Michelle y a su jefe realmente desconocían los efectos que esta situación tuvo en ellos. La pena capital lo llevó a él a terminar alcoholizado por ver tanto dolor y muerte, y a ella a escribir un libro para lidiar con lo que vio. “Acá no hay ganadores”, concluyó.
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¿Apoyo o no a la pena de muerte?
Según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte (Death Penalty Information Center), una organización sin fines de lucro con sede en Washington, en 2024, el apoyo a la pena de muerte en EE.UU. se encuentra en su nivel más bajo en cinco décadas, con solo un 53% de la población a favor.
No obstante, a lo largo de los años, este tema ha sido objeto de debate entre quienes apoyan la pena de muerte y los defensores de los derechos humanos, quienes argumentan que constituye una forma de crueldad debido a las difíciles condiciones de vida a las que se ven sometidos los condenados.
El testimonio de estas dos mujeres, unidas por el corredor de la muerte, pone en evidencia un país donde casi la mitad de la población apoya la pena capital como último recurso.
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A Yancy, a la familia de Juan Balderas y a tantas otras familias de prisioneros que dicen ser inocentes, solo les queda esperar que cada año que pasa no sea el último suspiro de su ser querido en el corredor de la muerte.
Reviva la historia completa de Los Informantes aquí:
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