Colombia no se escapó de la canción protesta, llegaron hasta aquí los aires inconformes y con un par de canciones muy populares que sorprendentemente suenan por ahí, como ‘Una flor para mascar’, por ejemplo, Pablus Gallinazo se hizo célebre, ya tiene más de 80 años, pero la lucidez y el buen tono para recordar los años de rebeldía cuando pretendía cambiar el mundo. Los Informantes lo encontró en Piedecuesta, Santander, retirado, pero con la guitarra bajo el brazo.
“Cuando se acuesta con hambre, como me ocurría a mí muy a menudo en esa época, se sueña comiendo y al despertar tiene más hambre aún por supuesto, por eso dice la canción ‘pero el hambre despierta’”. “Estaba sobre los 20 años, pero no tenía entradas, un trabajo fijo, sí estaba escribiendo, persona que se dedique a escribir no puede hacer otra cosa, o sea, tiene que vivir pobre”. Si se dice Gonzalo Navas nadie tiene ni idea, pero si se dice Pablus Gallinazo, el creador de ’Una flor para mascar’, cualquier colombiano adulto evoca una leyenda musical potente.
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Pablus, uno de los jóvenes rebeldes que marcaron al país en las décadas del 60 y 70 ahora tiene 81 años, ya casi mide 2 metros, tiene unas cuantas cicatrices y sigue dando guerra. Su trinchera está en Piedecuesta, Santander, donde vive con su esposa al estilo de un monje, aquí nació y aquí están las claves de su genio creativo e inconforme.
“¿Quizá la canción más exitosa suya es ‘Una flor para mascar’? Cuando yo le hice no pensé que fuera a tener ese éxito en cuanto a la memoria, a la recordación, mucha gente la adoptó porque encontró en eso una verdad innegable, que es la búsqueda del trabajo”. El interés por las letras le vino de su padre, un librepensador, autodidacta que expulsaron de Piedecuesta por liberal, él tenía cinco años cuando la familia se mudó a una casona en la plaza principal de Bucaramanga. “Leía literatura y libros franceses, aprendió solo, no era capaz de hablar, pero entendía perfectamente el francés y leía en francés. Todos nosotros nos acostumbramos a eso”.
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Así que el niño Pablus es creció correteando entre los pasillos de la Gobernación, la Alcaldía y hasta la cúpula de la iglesia, “esta cercanía con los centros de poder me permitía darme muchos gustos entre ellos saludar al gobernador o al alcalde con familiaridad”. Pablus se asegura que en la casona donde creció se le prendió el amor por el diccionario, su papá consultaba uno a toda hora, cual brújula.