La historia del rapto aéreo más largo en la historia de Latinoamérica estaba olvidada hasta que la rescató Netflix con su miniserie ‘Secuestro del vuelo 601’. Aunque dijeron inicialmente que se trataban de guerrilleros colombianos, los secuestradores tenían otra nacionalidad y eran deportistas.
El 30 de mayo de 1973, el avión HK 1247 fue secuestrado minutos después de despegar de Pereira. Los dos aeropiratas estaban encapuchados, armados y desviaron el vuelo que iba para Medellín a la isla caribeña de Aruba, se identificaron como integrantes del ELN, exigieron 200.000 dólares y la liberación de unos presos políticos. Sin embargo, esto no era así.
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“Desde que subimos al avión ellos hablaron y sabíamos que no eran colombianos”, afirmó Edilma Pérez, una de las azafatas que hizo parte de la tripulación real del vuelo y quien relató su experiencia a Los Informantes.
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“El acento nos parecía claro que eran de otra parte”, señaló por su parte María Eugenia Gallo quien también era auxiliar en dicho vuelo. Las dos azafatas se conocieron cuando entraron a trabajar a SAM, la Sociedad Aeronáutica de Medellín, una aerolínea colombiana que luego se fusionó con Avianca. Se hicieron amigas y cómplices desde el primer vuelo.
Las mujeres le contaron al informativo de Caracol Televisión sus recuerdos sobre estos dos hombres que causan curiosidad tras el estreno de la serie de Netflix. “Cansados, con sueño, todo el tiempo apuntando y vigilando el comportamiento de cada uno. Ellos no descansaron y jamás se quitaron los pasamontañas tampoco, no les vimos el rostro”, agregó Gallo.
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Las horas fueron pasando, luego de varias escalas y ya con 50 mil dólares en su poder y descartadas otras condiciones, los secuestradores decidieron ponerle fin al viaje, pero con María Eugenia y Edilma como rehenes. Sin embargo, el piloto terminó haciendo un pacto de silencio con ellos para salvarles la vida.
¿Qué pasó con los secuestradores del vuelo 601?
El avión aterrizó en Resistencia, en Argentina, y carreteando todavía, uno de los dos secuestradores se bajó, y como el misterio más grande de esta historia, a Eusebio Borja se lo tragó la tierra.
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Francisco Solano López en cambio se bajó en esa última parada en Asunción, Paraguay, y ya libres, volaron hasta Buenos Aires. Aunque el secuestro había terminado, el drama para la tripulación estaba lejos de llegar al final pues los consideraban sospechosos.
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Finalmente, los secuestradores no eran guerrilleros del ELN y, por el contrario, resultaron siendo dos futbolistas paraguayos. De Eusebio Borja nunca se supo nada más, mientras que Francisco Solano López sin ningún pudor, llegó a su barrio en Asunción, organizó una tremenda fiesta con gran derroche y fue fácil dar con su paradero. Pagó cinco años de cárcel en Colombia.
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