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Cabezote Los Informantes

Descubriendo al verdadero Julián Arango, el actor polifacético que dejó todo por su pasión

Pocos conocen la historia tras el telón: Julián Arango alguna vez soñó con ser futbolista, luego tuvo éxito como publicista, pero finalmente siguió su verdadera pasión, la actuación.

Cara a cara con Julián Arango Los Informantes.jpg

Tremendo reto lograr interpretar a un niño rico y malcriado o a un histriónico diseñador de modas o a un sicario sanguinario con maestría, eso solo lo puede hacer un gran actor. El fútbol perdió a un humorista y el teatro, el cine y la televisión ganaron a un delantero polifacético y carismático. Los Informantes estuvo cara a cara con Julián Arango, un mamagallista pura sangre.

Se me acerca una vieja, pero espectacular, divina, elegante, un pelo. Me dice ‘Hola, ¿Cómo estás? Oye, ¿tú me regalas una foto? Es que mi abuelita se muere por ti y donde yo no le lleve una foto y sepa que estuve contigo, me mata’”. Tiene 54 años, y sí, sus fanáticos y sus fanáticas son de varias generaciones, pero Julián Arango no se siente viejo para nada, tal vez más experimentado, más maduro, la vida le ha enseñado que sano reírse de todo y de todos, pero en especial reírse de él mismo.

Se identifica como un gomelo bogotano cualquiera, pero este mamagallista de raza es mucho más que eso, es un actor y comediante talentosísimo que lleva tres décadas sacándola del estadio en la televisión, el cine y el teatro. Uno de esos personajes que no deberían necesitar presentación así haya quien no lo reconozca ni teniéndolo al frente. “Con Jorge Enrique Abello me pasó una, estábamos los dos y llegó alguien y le dijo a Jorge Enrique de todo, ‘usted es el mejor actor del mundo, el más churro, el más papacito, el más hermoso’ y dijo ‘ahí está Julián Arango’, la vieja se voltea, me mira y me dice ‘ya quisiera ser usted Julián Arango’”, pero sí es Julián Arango, el hombre estudioso que ha sabido interpretar con naturalidad a un niño rico insoportable en la telenovela Tiempos Difíciles y encarnar con mucha gracia el diseñador de moda Hugo Lombardi, en Betty la fea y meterse en las botas de un sicario miedosísimo Guadaña en El Cartel de los Sapos.

Con los personajes me gusta llevar mis zapatos, quitarme mis zapatos dejarlos ahí, ponerme los zapatos del personaje, las medias del personaje e irme, volver, quitarme los zapatos, dejarlos allá, ponerme mis zapatos, como ritual, volver a mí”. Es habitual encontrarse su nombre y su cara en plataformas como Netflix o Disney Plus, sus programas han estado al aire en canales de Japón, de Rusia e India. Tiempo Final, Narcos o Pálpito ha estado en tantas producciones exitosas que hace rato perdió la cuenta y es imposible no mencionar su nombre cuando se habla de los actores más destacados de los últimos años en Colombia. "Yo me puedo morir hoy en día, así, hoy muero feliz y muy agradecido porque yo de verdad he tenido una suerte, yo he visto actores que yo digo son mil veces mejores que yo que no han tenido las oportunidades que yo he tenido, pero también yo me las he buscado, yo creo que eso se eso se camella y ser buena gente, es así de fácil”.

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Es buena gente sin duda y cualquiera se imaginaría que un tipo que se ve tan cercano en la pantalla y tan divertido en los espectáculos de comedia está siempre de un genio, echando chistes, robándose el show, pero quienes lo conocen de siempre nos advierten que puede ser todo lo contrario, serio, distante. “De usted siempre esperan que esté chistoso, claro y de entrada le van diciendo ‘Ah, yo pensé que usted era más chévere’. A veces quedan como ‘uy, este por qué es como tan serio’ y yo lo que soy es tímido, a mí me cuesta entrar, pero cuando entro ya no hay problema”. Dice que lleva la actuación en la sangre, de hecho, su hermano mayor, Alberto, también es actor. Las fiestas de su familia siempre incluyeron bailes, disfraces, maratones de chistes, obras caseras de teatro. A él le gustaba aislarse, no eran más participativo, pero de vez en cuando se le medía hacer algún papel secundario como de extra sin parlamento más o menos.

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