Con el dulce sabor del coco, la sazón de su mamá, pero sobre todo un gran carisma, inteligencia y ganas de cambiar su destino y el de su tierra, Pedro Adán Torres a punta de vender cocadas terminó no solo siendo doctor en leyes, sino fundador del Partido Demócrata Colombiano.
“Las cocadas para mí fueron la oportunidad que Dios me dio para salir adelante, para convertirme en un profesional del derecho, hoy soy abogado de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, especialista en derecho administrativo de la Universidad Libre y Magister en Derecho administrativo de la Universidad Simón Bolívar”. Pedro Adán Torres es un abogado, presidente del Partido Demócrata Colombiano que se define como un negrito vende cocadas. “Vendiendo cocadas me dio la oportunidad de presidir el primer partido político de origen palenquero tras 200 años de vida republicana, así me ha tocado caminar en medio de las barreras invisibles, saltándola, no hay otra manera”.
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Nació en San Basilio de Palenque, aquel corregimiento de Bolívar poblado por esclavos traídos de África y que gracias a Benkos Biohó y su Guardia Cimarrona se convirtió en el primer pueblo libre de América, es quizá, por esa herencia combativa que Pedro Adán no se ha dejado ganar de las adversidades que lo persiguieron desde que era un niño.
“A la edad de 8 años, mi abuelo me dice te tienes que ir a estudiar afuera y llegué a la ciudad de Barranquilla, me estaban criando mis abuelos y volví a ver a mi mamá”. Llegó a Barranquilla siendo un niño desorientado e impresionado al ver por primera vez una ciudad, llegó a convertirse en todo un doctor como le dijo su abuelo, pero primero había que trabajar para poder comer. “Yo llego un sábado, el domingo voy a vender con mi mamá cocadas en las calles de la ciudad de Barranquilla, por allá por el Paseo Bolívar”.
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Primero empezó a vender cocadas en un platón que apenas si podía cargar y luego entró a estudiar, pero por ser negro y vendedor de cocadas sus compañeros lo recibieron de una manera cruel, que a punta de dolor le forjó el carácter. “Cuando yo entré al salón de clase, inmediatamente me senté una niña se levantó y me dijo ‘a mí no me sientan al lado de ese negro y todo el salón empezó a gritar ‘negrito vende cocadas’ y yo salí corriendo y me ubiqué debajo de un palo de mango a llorar”.