Como la coca ya no se vende como antes, los raspachines con hambre, han tenido que rebuscarse la vida de otra forma y han encontrado en las entrañas de la tierra su plan B. Con las uñas, sin ningún tipo de protección, cientos de campesinos escarban la tierra en minas artesanales e improvisadas y alimentan el mercado negro del carbón por unos pocos pesos. La minería ilegal en una zona de Candela. Los Informantes viajó al Catatumbo, tierra del ELN y de las disidencias, detrás del negocio del oro negro y la nueva coca.
“Siempre un cambio bastante duro, uno de raspachín pues no tiene tanto riesgo como el que tiene aquí abajo en estas minas, pero qué más”. A 40 metros bajo tierra, a Esneider Vargas le cuesta respirar. “Y eso aquí no es tanto el calor porque esta está cerquita cuando está más profunda es mucho más y ahí sí”. Allí el calor supera los 40 grados y el sudor no da tregua. Son las entrañas del Catatumbo, en una mina ilegal de carbón, un negocio en furor por estos días en esta zona álgida, fronteriza con Venezuela. Según la Asociación Campesina del Catatumbo, Ascamcat, cerca de 300.000 personas vivían de la coca en esta región del país.
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Esta es una de las pocas alternativas de trabajo desde que la coca dejó de comercializarse y estalló una crisis social que tiene a muchos aguantando hambre y obligó a centenares de raspachines y cultivadores de coca a convertirse en mineros improvisados. “El carbón para mí significa pan de cada día porque usted viene hace su plática y cada 15 días le pagan a usted, hizo su mercadito y tiene para sostener la familia. Entonces, pues para mí ese es el carbón en estos momentos”. Esneider raspa coca es de los 10 años, creció en medio de los cultivos de su papá y como mucha gente de la región sin otras alternativas de trabajo dedicó su vida al negocio: convertirlas en pasta base y venderlas a los traficantes que llegaban hasta la puerta del cultivo. Tibú, el lugar donde queda esta mina, es el municipio más sembrado de coca en Colombia. “Hace dos años llegó la crisis aquí a esta zona, llegamos al punto de que prácticamente estábamos aguantando hambre porque ese era el único suministro que teníamos y miramos que estaban abriendo las minas. Entonces empezamos a ver que ese era un algo rentable, que pues que nos daba para la comida entonces de ahí empezamos a buscar trabajo en las minas, a experimentar”.
Entrar aquí no es fácil, los carteles del frente de guerra nororiental del ELN cerca de las minas muestran quién manda en la zona, aunque la guerrilla no cobra a los mineros por su trabajo sí tiene un impuesto por cada tonelada de carbón que se mueve en este lugar del Catatumbo.