Muchos niños juegan a dirigir una orquesta imaginaria, pero casi ninguno ha logrado convertir el silencio en grandes sinfonías frente a un público mudo en un teatro, dirigiendo a más de 100 músicos, con una sola mano. El joven colombiano Carlos Ágreda pasó de escuchar a Beethoven en un carrito de paletas a revivir sus melodías dirigiendo músicos de todo del mundo.
El músico colombiano Carlos Ágreda no es mago, pero armado con una batuta y un oído muy sensible es capaz de revivir las grandes sinfonías del pasado, de mezclar bambucos y guabinas con violines y trombones y remover hasta los corazones más duros. De ser la oveja negra de un colegio, agreda se convirtió, gracias a la música, en un señor maestro y en uno de los directores de orquesta con más proyección del mundo. Los Informantes logró descubrir cuál es el truco de unas manos capaces de convertir el silencio en un remedio contra la división, el odio y la amargura. Este es el poder de Ágreda y su varita mágica.
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Ágreda, uno de los jóvenes directores de orquesta con más proyección en el mundo, empezó a hacer música, primero con las teclas de un pianito de juguete y luego con esa varita mágica con la que convierte el silencio en sinfonías que sacuden hasta el alma. Con solo 32 años tiene un largo pergamino de premios y composiciones musicales que mezclan lo mejor de nuestro folclor y la música clásica. A los 17 años tocó la batuta por primera vez, ha dirigido más de 20 orquestas y ha volado desde Bogotá a Boyacá y del Reino Unido a Nueva York.
El músico colombiano fue elegido como uno de los seis mejores directores jóvenes de orquesta del mundo en una competencia de primer nivel en la que participaron 150 músicos de 50 países tras dirigir la Sinfónica de Rotterdam y diseñar un repertorio único. Los premios que empezó a ganarse desde los 22 años no le importan tanto como inspirar a otros jóvenes en las orquestas juveniles que dirige cada cierto tiempo para que otros no deban empezar como le tocó a él.