Azafatas del vuelo 601 narran angustia vivida durante el secuestro: "Fueron muy bruscos"

Tras el éxito de la miniserie de Netflix ‘Secuestro del vuelo 601’, que mostró uno de los momentos más difíciles y dramáticos que se vivió en la historia de la aviación en Colombia, las azafatas reales de la historia Edilma Pérez y María Eugenia Gallo revelaron los detalles de la situación que marcó sus vidas.

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Los hechos ocurrieron el 30 de mayo de 1973, cuando dos individuos secuestraron el avión Lockheed Electra HK-1274 de la Sociedad Aeronáutica de Medellín (SAM) con 84 personas a bordo en una ruta que conectaba Cali, Pereira y Medellín. El secuestro es recordado como el más largo en la historia de América Latina, ya que duró alrededor de 60 horas. Tuvo 12 aterrizajes y despegues.

“El secuestro fue hace 51 años, increíble estar acá contándolo después, es un regalo de la vida, es un privilegio”, afirmó María Eugenia Gallo, quien tiene 74 años y es 8 años menor que Edilma Pérez, que también ha tenido otros sustos como una operación de corazón abierto, su marcapasos y un cáncer en el paladar que la obliga a hablar medio enredado.

Las dos grandes amigas se conocieron cuando entraron a trabajar a SAM, aerolínea que luego se fusionó con Avianca, donde se volvieron cómplices desde el primer momento. Ellas relataron las horas de angustia y los momentos más difíciles que tuvieron que pasar. “Desde que subimos al avión ellos hablaron (secuestradores) y sabíamos que no eran colombianos”, afirmó Edilma Pérez.

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Los hombres se habían identificado como integrantes de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), pero en realidad eran dos futbolistas de origen paraguayo que por difíciles situaciones económicas decidieron llevar a cabo el rapto y exigían 200.000 dólares y la liberación de unos presos políticos.

Tras varias horas de vuelo, las autoridades pidieron a los secuestradores cambiar la tripulación y a cambio, la aerolínea les enviaría dinero. “El avión totalmente apagado, oscuras, todos los hombres sudorosos”, señaló María Eugenia Gallo.

Liberaron algunos rehenes, cargaron combustible y con esa nueva tripulación siguieron su camino. “Llegamos al aeropuerto, al rato llegaron con la plata porque la traían de un banco de Aruba, entonces ya empezaron a organizar el cambio de relevo, los secuestradores dijeron que tenía que subir un piloto y bajar otro hasta que abordamos todos los tripulantes, nos encontramos que ellos nos requisan para que no lleváramos ninguna arma”, confirmó Edilma Pérez.

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Según ella, los hombres fueron “muy bruscos”. Recordaron que en uno de los momentos más impactantes fue cuando “nos apuntaban con una pistola en la cabeza”, sin embargo, señaló que en ningún momento les pegaron.

Por su parte, María Eugenia Gallo narró uno de los momentos de mayor angustia durante el secuestro: “Estaban en un estado en nervios, que estos hombres estaban que explotaban ya y se les pierde un revólver, seguramente por la ansiedad, por todo lo que estaban manejando, se les pierde, entonces dicen ‘la encuentran ya o las mato’”, esto debido a que ellos creyeron que al parecer las auxiliares tenían la pistola.

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Dentro del avión había una verdadera incertidumbre, pero, sobre todo, un tremendo caos. “Le provocaba a uno devolverse, horrible, nauseabundo. La mugre por todos lados, quien iba hacer aseo ahí. Eso fue horrible”, indicó Gallo.

Después de bajar a todos los rehenes, las últimas escalas las hicieron solo la tripulación y los secuestradores. Ya con 50.000 dólares en su poder y descartadas otras condiciones, ellos decidieron ponerle fin a la tragedia. “Cansados, con sueño, a toda hora vivían de malgenio, todo el tiempo apuntando y vigilando el comportamiento de cada uno. Ellos no descansaron y jamás se quitaron los pasamontañas, no les vimos el rostro”, afirmó Gallo.

Al final, el piloto terminó haciendo un acuerdo de caballeros para salvar la vida de María Eugenia y Edilma quienes estaban como rehenes: un pacto de silencio con los secuestradores.

A hoy, se supo que Francisco Solano, uno de los secuestradores fue identificado y pagó cinco años de cárcel en Colombia, mientras que de Eusebio Borja nunca se logró saber nada de su paradero.

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