Un matrimonio se llevó a cabo contra viento y marea, porque no hubo tifón que arruinara los planes de boda de una pareja de enamorados. Novios e invitados tuvieron que subirle el dobladillo al pantalón y levantar sus vestidos largos para asistir a esta ceremonia, en la que el agua les llegaba hasta los tobillos.
Nada detuvo a la novia camino al altar, ni el agua que sobrepasaba sus tobillos, ni el llanto de su madre quien parecía haber originado la inundación.
Dianne Padilla sonreía en medio de la adversidad. La mujer había decidido casarse pese a los estragos causados por el paso de un tifón que dejó sin energía eléctrica e inundados varios sectores de la ciudad filipina de Malolos, incluyendo la iglesia donde tuvo lugar la ceremonia.
El novio, Paulo Jayvee Padil, también estuvo a la altura, pues desprovisto de sus zapatos elegantes, acompañó a Dianne para cumplir su promesa de fidelidad, en la tormenta y en la paz, en la salud y en la enfermedad.
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Los novios no caminaban, flotaban de amor y junto a ellos estaban unos padres dispuestos a apoyar a sus hijos en esta nueva etapa.
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