Dorothy Pollack, una abuela de Michigan, Estados Unidos, tuvo que celebrar su cumpleaños 103 en el hogar para ancianos en el que llevaba meses recibiendo atención especial por la situación de la pandemia por coronavirus.
La estadía se estaba volviendo algo incómoda debido al encierro y eso se estaba viendo reflejado en su estado de ánimo. Esta abuela sufre de pérdida extrema de audición, por lo que las llamadas telefónicas no cumplían el objetivo de que se sintiera acompañada.
“La enfermera del lugar dijo que estaba terriblemente deprimida y que necesitábamos sacarla. No podíamos verla, así que no teníamos ni idea de cómo se encontraba realmente”, reveló su nieta Teresa Zavits-Jones a CNN .
Tras días largos, llenos de paciencia, a Dorothy le dieron el alta y para celebrar su libertad decidió cometer una 'locura'. “Hace años mi nieto quería que yo me hiciera un tatuaje y no lo hice”, manifestó.
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Su idea se hizo realidad y, con la complicidad de su familia, fue a un estudio. Ella quería el tatuaje de un anfibio: “me gustan las ranas”.
El tatuador cumplió los deseos de esta particular clienta y plasmó en su brazo el animal que ella había pedido. Ray Reasoner Jr., el encargado de hacer realidad este sueño, celebró la valentía con la que Dorothy se enfrentó a las agujas.
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“Se portó como una campeona”, dijo el artista, quien confirmó que esta mujer de 103 años era la persona más vieja que había tatuado.
La travesía de Dorothy por cumplir sueños no paró ahí, pues se aventuró en un paseo por motocicleta y todo parece indicar que seguirá llevando a cabo una lista de deseos que tiene pendiente.
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