Una linda sorpresa recibieron los compañeritos de Tesalia Ríos, una niña argentina de ocho años que hace más de uno fue diagnosticada con leucemia linfática aguda tipo B.
La pequeña fue sometida a su última quimioterapia a mediados de febrero y semanas después, para celebrar una de las batallas que ya le ganó a la enfermedad, visitó a sus amigos del colegio, a quienes no veía hace varios meses y con los que volverá a jugar después de tanto tiempo.
Su maestra cubrió con una sábana la puerta del salón y les pidió a los niños que prepararan para algo especial.
Tesalia aguardó la cuenta regresiva y, cuando la tela cayó al piso, varios de sus compañeros de salón saltaron emocionados de las sillas y gritaron “¡Tesi!”.
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En fila corrieron a abrazar a esta pequeña que no ha desfallecido en su lucha contra la leucemia.
Descubrieron que estaba enferma de una forma insospechada, en medio de una cita rutinaria al médico que, tras tomarle un examen de sangre, les dio la dolorosa noticia una hora después, según relataron los padres de Tesalia al medio argentino El Doce .
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Todo inició cuando la pequeña diagnosticada con leucemia empezó a cansarse más de lo normal, además de verse pálida, algo que le preocupó a su mamá Celeste Alderete, sin imaginar la gravedad de lo que ocurría.
De inmediato tuvieron que internar a Tesalia, que pasó más tiempo en el hospital que en casa en el último año.
“Lo bueno es que las maestras iban al hospital y la acompañaban en el estudio. Pero duele mucho como padre tratar de hacerle entender que hay cosas que no se pueden y ella te pregunte 'por qué'”, relató entristecida la madre de la niña.
Después de muchas luchas, un examen en la médula de Tesalia indicaba que ya no había rastro de la leucemia. Sin embargo, los médicos les advirtieron a los padres que aún no se puede cantar victoria, porque “esto es un proceso largo y para decirnos que estaba curada debían pasar cinco años. El cáncer todavía puede volver”.
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Tras su última quimioterapia y consciente de que no hay que bajar la guardia, esta guerrera de ocho años contó que “el doctor me dijo que ya podía comer cosas crudas, como frutas. También puedo cepillarme los dientes, antes no y me hacía buches”.
Y ahora, mientras sigue su tratamiento, vuelve a compartir con sus compañeros de colegio.