Miryam es una mujer de 67 años que ha dejado boquiabiertos a los usuarios de internet al revelar su inusual fuente de ingresos: vender chismes. Ella confesó que lleva años viviendo de la información que recoge en su barrio.
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Desde muy temprano se posiciona en la entrada de su casa para observar con detenimiento todo lo que ocurre a su alrededor. Allí, se asegura de no perderse ningún detalle de las actividades de sus vecinos.
“Me gusta mucho el chisme, yo soy chismosa y eso lo convertí en negocio y empecé a cobrar”, explicó la mujer en una entrevista con Olímpica Stereo de Armenia.
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Este es el precio de sus chismes
"Myriam la chismosa", como la llaman cariñosamente, explicó en Olímpica que el trabajo de ser chismosa no es gratuito, así que comenzó a cobrar por la información que maneja. Para los curiosos del barrio, los rumores tienen un precio.
Los "chismes suaves", como ella los llama, cuestan $5.000, mientras que los más comprometidos pueden llegar a costar $10.000.
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La mujer, quien no muestra ningún reparo en admitir su actividad, asegura que la gente acude a ella por voluntad propia para preguntar sobre lo que ocurre en el barrio.
"Una señora viene y me pregunta: ‘Doña Myriam, ese ruido que se escuchó anoche tan duro, ¿qué fue?’. Entonces yo contesto que no sé, porque no me han untado la mano", relató con humor en Olímpica, refiriéndose a que no revela nada sin antes recibir su pago.
La mujer registra en su agenda todo lo que ve
Además de su agenda, tiene un tablero en su habitación donde organiza fotos y datos de vecinos implicados en situaciones como infidelidades o conflictos familiares. Al estilo de un investigador privado, clasifica la información y la usa según las necesidades de sus "clientes".
El negocio de los chismes ha sido tan rentable que Myriam presume supuestamente haber comprado dos casas. Aunque no especificó en qué tiempo logró adquirir las propiedades, dejó claro que ha sabido sacarle provecho a la información que maneja.
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La mujer parece tener control sobre su actividad y asegura que siempre sabe cuándo hablar y cuándo quedarse callada. De hecho, ha encontrado una forma adicional de generar ingresos: cobrar para que ciertos chismes no se hagan públicos.
Myriam afirmó que seguirá con su particular trabajo, que hasta el momento le ha traído más beneficios que problemas.
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