Así lucía la familia de Aura Guerrero: mamá, papá y en brazos su hermano mayor. Un hogar que rápidamente creció con el nacimiento de la mujer, quien a los 4 años fue raptada en el barrio Bravo Páez, en el sur de Bogotá. Era tan pequeña que son pocos los recuerdos que alcanza a identificar. Medio siglo después, la vida le permitió el reencuentro con sus seres queridos.
“Salí a comprar una galleta y fui hasta la esquina que era una tienda de barrio. Al devolverme el bus estaba estacionado; pasaba un viejito, me dio susto, me escondí detrás del bus mientras pasaba el viejito y llegó la mujer que me raptó, alta, morena, de cabello largo y delgada”, señaló Aura Guerrero, víctima del secuestro.
Esos vagos recuerdos la llenan de nostalgia y es que no es para menos, perdió todo en tan solo una salida a la tienda.
"Caminó conmigo muchísimo", contó. "En el centro, ella me subió a un bus que iba muy lleno y ese bus me llevó a Villarrica, Tolima. Sé que no están mis padres porque pues lo que más anhelaba era verlos, pero también pensaba de niña que de pronto mi madre tal vez no estaba”, indicó Aura.
Era una niña perdida y una familia desconocida la acogió por caridad; la llamaban Gina. A los 10 años ya sabía cómo trabajar para pagarse sus cosas. La soledad era su sentimiento más profundo, porque aunque sabía que estaba rodeada de gente buena, su alma estaba vacía.
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Aura dijo que “terminé quinto en el pueblo y cuando iba al campo trabajaba, a los 5 o 6 años yo ganaba plata llevando almuerzos y con eso tenía para mis cuadernos. A los 12 años me fui de la casa a vivir sola y yo pagaba arriendo en el Restrepo”.
La dramática situación destrozó a la familia Guerrero, que no tuvo vida. Los padres buscaron a la niña hasta morir. La carga la asumió Fidencio Guerrero León, quien terminó la primaria a los 15 años de edad porque sus padres, a donde les dijeran, llegaban a vivir en búsqueda de Aura.
El hermano de Aura narró que “nos volvimos gitanos, donde les decían a ellos que había una niña desaparecida, allá estábamos, incluso yo llegaba a estudiar a un sitio, una ciudad, y me colocaban un mes y me sacaban porque realmente aparecía la niña en otro lado, esa fue la vida de nosotros unos seis o siete años. Mi madre nunca dejó de buscarla”.
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Una búsqueda de 52 años sin esperanzas. Llegaron los hijos de Aura a sus 17 años y aun así la vida no estaba completa. Entonces, las redes sociales del concejal Julián Espinosa jugaron un papel fundamental.
El reencuentro familiar
A través de un video y luego por mensajes, Aura encontró el amor familiar desde una pantalla.
“Nunca reviso, nunca entro a Facebook, me quedé mirando, me causó curiosidad que había otro mensaje, lo abrí y empecé a leer que estaban en una campaña buscando a la familia de Aura. Cuando vi la foto, tan pronto la vi, vi a mi mamá”, subrayó Fidencio Guerrero, nostálgico.
Con los ojos iluminados y llorosos, Fidencio recordó el momento cuando volvió a ver a Aura y el fuerte abrazo que les devolvió la vida.
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“Es un sueño de verdad, es algo maravilloso que solo Dios lo puede hacer, él puso a las personas, los momentos, lo puso todo para poder encontrar a mi familia”, afirmó Aura.
Por fin van a celebrar el Día del Padre y de la Madre juntos. Por fin tendrán una Navidad diferente, por fin la unión y el vínculo familiar de dos seres que se buscaron es una realidad que no piensan volver a perder.
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"Este año va a ser más especial porque esta ella y porque estamos completos", puntualizó Fidencio.
Aura le agradece a Dios por este reencuentro y dice que la mujer que la raptó y le hizo tanto daño "estaba era dolida porque mi papá no quiso estar con ella, entonces se vengó".
Pero ahora el amor de hermanos durará hasta que la muerte los separe.