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Radiografía del gota a gota en Bogotá: “Uno se va enredando y termina trabajando para ellos”

Su blanco son los vendedores informales, pues solo uno de cada 10 tiene acceso a crédito con los bancos. Cobran un interés mensual del 20%, y en ocasiones el anual supera el 792%.

Gota a gota

Edgar Pinzón tiene 76 años, vive de la venta de tableros en pleno centro de Bogotá. La necesidad lo obligó a prestar un millón de pesos a un paga diario, también conocido como gota a gota. Ahora debe cancelar 40 mil pesos de lunes a viernes y hasta ocho veces más de interés que el de un banco.

“Un día como hoy que está lloviendo todo el día, pues no he vendido uno nada, entonces le toca a uno acudir a un tercero que le facilite los 40 mil pesos para poder pagarle al gota a gota”, cuenta Edgar.

Por primera vez, la Alcaldía de Bogotá caracterizó este fenómeno, del que hasta ahora se cuentan miles de víctimas en la ciudad, pero pocos registros oficiales. Se focalizan en zonas comerciales de Mártires, Antonio Nariño, Engativá, Suba, La Candelaria, Ciudad Bolívar y Chapinero.

Según el Instituto para la Economía Social, IPES, en la capital un cobrador de gota a gota tiene en promedio 45 clientes, el tiempo máximo de pagó son 40 días, el interés mensual es del 20% y en ocasiones el interés anual alcanza el 792%, el 60% de los préstamos oscilan entre los 150 y 300 mil pesos, sus clientes pertenecen a los estratos 1 y 2, y la intimidación y la violencia son la garantía de pago.

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“O me paga o me paga. O sea, no es como un banco que si tú te cuelgas en una cuota te manda una notificación, no, aquí va de una vez un pistolero a decirte la cuota”, cuenta un paga diario.

La pandemia agudizó los ciclos de precarización y desahorro. Se estima que el 20% de los más pobres destinan el 75% de sus ingresos al pago de deudas como los paga diarios.

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Según Alejandro rivera, director del IPES: De cada 10 vendedores que están en el espacio público solo uno puede acceder al crédito formal, el resto, nueve de cada 10 están en el gota a gota que es como financian su plante o como resuelven un problema”.

“Pero ¿qué pasa? con el tiempo uno se va enredando, se va enredando y cuando se da cuenta usted termina trabajando para ellos”, dice una vendedora informal.

Este panorama evidencia que es necesario hacer más flexibles los requisitos de préstamo, ofrecer alternativas y premiar la buena cultura de pago para que así la vida no se convierta en la letra que respalda la deuda.

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