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¿Quién es alias Araña, el narco que asesina a los líderes sociales en el sur de Colombia?

La organización criminal de alias Araña ha matado a alrededor de 10 líderes en los últimos meses por resistirse a la coca o a la explotación petrolera. Hace un par de años fue informante de la Policía y recibió protección de autoridades.

Este es alias Araña, el narco que asesina a los líderes sociales en el sur de Colombia

Giovani Andrés Rojas, alias Araña, y su grupo criminal, los Comandos de Frontera, están hoy entre los peores asesinos de líderes sociales en Colombia. En una audiencia judicial, el pasado 17 de enero, un fiscal describió varios de sus crímenes: "Cuando la señora Yamile Bernal García se identifica con su nombre, con su número de cédula, estas personas que venían encapuchadas le dijeron que les manifestara si ella integraba o no la junta de acción comunal de la vereda. Cuando ella contesta que ella es la presidenta de la junta de acción comunal, estas personas, sin mediar palabra alguna, dispararon sobre su humanidad en repetidas ocasiones con arma de fuego”.

Yamile Bernal era la presidenta de la junta de acción comunal de la vereda Santa Rosa de Juanambú, en Puerto Guzmán, Putumayo. Había asumido el puesto para reemplazar a Clemencia Arteaga, quien también fue asesinada. En enero, la Fiscalía capturó a alias El Indio, uno de los lugartenientes de Araña, y lo señaló como uno de los responsables de la muerte de la lideresa que se atrevió a contradecir a los criminales para defender su vereda.

Ella les decía que no la convocaran a esas reuniones porque estaba para ayudar a la comunidad, que no quería saber nada de coca ni de los comandos. Pero El Indio, que es el jefe de los Comandos en Villagarzón, en una reunión le dijo a Yamile que no se trataba de si quería asistir a las reuniones, porque era una orden de los Comandos de Frontera y ya sabía lo que le pasaba si la incumplía.

Los Comandos de Frontera la asesinaron el 14 de octubre de 2023, en medio de una ola de crímenes que tiene a Putumayo sumergido en el terror. Después de ella, en apenas tres meses, han matado a otros seis líderes. En el comienzo de este año van 23 asesinatos en el departamento. Son las víctimas del fuego cruzado de la guerra entre los Comandos de Frontera y las disidencias del frente Carolina Ramírez.

“La aparición de los cuerpos de jóvenes son semanales, uno los ve por las carreteras, entre el monte. Estos cuerpos son torturados, les faltan partes e incluso les dejan letreros amenazantes”, explica una lideresa social que pidió la reserva de su identidad por seguridad.

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Alias Araña es el artífice del terror en Putumayo. Así lo describe Kyle Johnson, de la Fundación Conflict Responses, quien lleva más de diez años investigando el conflicto en el departamento: “Ha cogido este grupo, lo ha hecho expandir, lo ha hecho crecer sin duda, tiene las redes económicas para facilitar el tráfico y proteger el tráfico de paso de coca y cocaína hacia cierto punto de un lado de la frontera. En lo militar y en lo económico es bastante capaz, es bastante fuerte. Como líder, lo político no es lo suyo”.

Según informes de la Fiscalía, el criminal comenzó su trasegar hace al menos 15 años en el grupo narcotraficante La Constru, que era un reencauche del extinto frente sur de los paramilitares. En 2017, La Constru se alió con un grupo de guerrilleros disidentes del frente 48 de las FARC y conformaron lo que hoy se conoce como los Comandos de Frontera. Pero para llegar al poder de la nueva organización, Rojas tuvo que asesinar a su propio jefe, alias Sinaloa. “Cuando llegaron otra vez a donde Araña y Mauricio, Araña le dijo a Sinaloa que por qué se había torcido y le pegó un tiro en la parte de atrás del cuello”, dice un documento de la Fiscalía.

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Así empezó a confeccionar este nuevo grupo criminal que hoy tiene alrededor de 500 hombres, aunque la organización dice que son mil, y controlan buena parte del tráfico de cocaína hacia Ecuador. Pese a su perfil delictivo, la unidad investigativa de Noticias Caracol pudo establecer que, hace un par de años, alias Araña fue informante de la Policía y su colaboración sirvió para dar varios golpes a otros jefes disidentes del país. Por eso, para protegerlo, la misma institución lo llevó a un país suramericano donde permaneció durante seis meses como informante, y luego lo devolvió a Colombia, donde retomó sus actividades criminales.

El año pasado, alias Araña le dio una entrevista a El Espectador en la que negó sus crímenes y cínicamente se atrevió a reivindicar a los líderes sociales, esos que él asesina: “Lo de los líderes sociales y lideresas que están prisioneros en las cárceles nacionales... que se les resuelva a ellos esa situación jurídica”.

En medio de su guerra con el frente Carolina Ramírez, el criminal ha entrado en una especie de paranoia que lo está llevando a esta violencia desatada. Lo explica Kyle Johnson: “El detonante reciente fue una serie de combates que se dieron en Puerto Asís, en la zona rural, cerca de unas veredas que son Frontera con Ecuador. Yo creo que la respuesta de Comandos frente al hecho de que el Carolina Ramírez logró meterse tanto un su territorio ha sido una cacería de brujas contra la población civil”.

El fiscal que investiga el asesinato de varios líderes describió así, durante una audiencia, la agobiante sin salida de la población civil: “Llega el grupo Carolina Ramírez, la gente se ve obligada a colaborarle, es decir a tener que prestarles ollas para hacer su comida, a tener que darles un espacio para que puedan dormir, y que al otro día se vayan. Pero si al otro día llega el grupo Comandos de Frontera y piden colaboración, estas personas también tienen que colaborar, porque si no lo hacen entonces los tildan de colaboradores con el otro grupo armado organizado y los matan”.

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Además de su guerra y su afán por controlar el territorio y la coca, los Comandos han expresado otra razón para asesinar. “El grupo armado nos ha informado en las reuniones que ellos ya hicieron acuerdo con la petrolera y no podemos oponernos a los proyectos, y nos han dicho que quien se oponga, pues tiene que salir del territorio o sufre las consecuencias”, señalan.

Durante décadas, las comunidades de Putumayo se han opuesto a la explotación de petróleo en su región, ya que consideran que pone en riesgo el agua y sus ecosistemas. En otros testimonios recogidos por la Fiscalía también se habla de que los Comandos de Frontera les prohíben ese activismo. “Ahorita tenemos miedo, porque si nos ponemos a reclamar cosas de las petroleras, entonces nos vamos a enfrentar directamente con los grupos armados, porque ellos mismos han manifestado que se van a financiar de tema de petroleras”, precisan.

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El pasado 13 de noviembre, sicarios de los Comandos asesinaron, frente a su hijo, a Daniel Rivas, presidente de la junta de acción comunal de la vereda La Coqueta. “La muerte de esta persona fue ordenada por alias El Cóndor y el Indio Miguel porque supuestamente la víctima era un líder social que se entrometía en perjuicio de las comunidades, al no dejar que las compañías de hidrocarburos hicieran presencia o trabajo en este territorio”, dijo la Fiscalía.

Las comunidades vienen soportando esta violenta arremetida en un relativo silencio porque sienten que no tienen a quién acudir. No confían en las autoridades locales. “Hay mucha desconfianza ya con las instituciones locales porque hay mucha influencia del grupo que se vio también en las pasadas elecciones, como pudieron colocar por presión o por o por compra de conciencia sus representaciones en la institucionalidad local”, manifiesta un líder.

Tampoco confían en la fuerza pública: “Lo que nosotros vivimos a diario en el departamento es ver un batallón del Ejército y a pocos metros a los Comandos, o en el río va pasando el Ejército y detrás va pasando Comandos de Frontera”. Intentamos obtener una respuesta del Ejército sobre la situación en Putumayo, pero no fue posible.

A finales de enero, alias Araña decretó un paro armado sobre los ríos Caquetá y Orteguaza, que paralizó parte de Putumayo y Caquetá. A sangre y fuego, como si fuera amo y señor, este criminal decide hoy cómo se vive en buena parte del sur del país, y silencia a cualquiera que se atreve a oponerse a su violencia.

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