De las abejas se ha dicho de todo: que son las polinizadoras más importantes del mundo, que son el origen de la seguridad alimentaria, que están en peligro. Pero lo que no se había dicho es que son aliadas fundamentales de una estrategia contra la deforestación en nuestra selva amazónica.
Para Daniel Casanova, en su mundo de ganado y aserríos, la existencia de las abejas poco contaba, pero a los 23 años supo por qué podrían ser más rentables que la explotación de la madera.
“Mi papá era aserrador. Llevaba 30 años aserrando madera para poder sobrevivir. Uno encontraba colmenas en esos palos y a veces las sacaba y a veces las dejaba. Cuando les sacábamos la miel, pues las abejitas se morían porque quedaban desamparadas, con el nido totalmente destruido”, cuenta.
La técnica es la meliponicultura: es la cría y manejo de abejas sin aguijón, es decir, las abejas nativas que tenemos en América Latina, algo muy diferente a la práctica tradicional de apicultura, según explica Germán Lotero, ingeniero agrónomo.
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“En las zonas tropicales es más sostenible la meliponicultura que la apicultura, precisamente porque las abejas sin aguijón están perfectamente adaptadas a este medio del trópico y están adaptadas al tipo de vegetación que hay allí en los bosques”, señala el experto.
Contrarrestar los efectos de la deforestación es uno de los objetivos principales de esta iniciativa, liderada por la ONG Conservación Internacional. Lotero y John Mueses lideran este programa del proyecto Naturamazonas.
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“El tema de deforestación y la Amazonía en el país es muy complicado porque hay muchos intereses económicos detrás de esto: ganadería, minería, cultivos ilícitos. Lo que sí es que las abejas sin aguijón, para las personas que están en esos bosques y selvas, sí pueden ofrecer una alternativa económica, ya que es más rentable en el tiempo tener abejas que sacar la madera en un solo bloque”, asegura Lotero.
Así las cosas, en cierta medida, los campesinos se han convertido en protectores de las abejas.
“Ellos se han encargado de salvaguardar en sus casas abejas que en el bosque nativo se están perdiendo. Hay dos asociaciones que están trabajando en temas de meliponicultura y la idea es fortalecerlas para seguir capacitando. Se ha creado una marca que se llama Mieles del Amazonía”, agrega Mueses.
Otro asunto que preocupa a los expertos es la crisis de los insectos y los polinizadores. Cuentan que el desarrollo de insecticidas es muy grande y las abejas terminan transportando las sustancias tóxicas de flor en flor, e intoxicando y matando a toda la colonia.
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Para ellos, el Gobierno no brinda oportunidades que favorezcan a los pequeños productores.
“La falta de reglamentación y de leyes nacionales en cuanto a la tenencia de abejas nativas es sumamente restrictiva. Compara a la actividad de los pequeños campesinos de la región, los equipara, los coloca a tramitar licencias ambientales. Nosotros necesitamos que haya esfuerzo político para fomentar y desarrollar la actividad de la meliponicultura”, advierte Mueses.
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Asimismo, Lotero señala que “en el Gobierno no hay nadie a quien le interese el tema de las abejas”.
“Mientras esto no exista no va a pasar nada. Sabiendo de la importancia que tienen las abejas en la producción de alimentos, no hacen nada”, dice.
Y así lo evidencia Edilson Rosero, que a sus 13 años transportaba ganado y ayudaba a tumbar bosques para llevar el sustento a la casa.
“Al principio mi familia trabajaba en la ganadería. Con mi papá nos íbamos a trochar, lo que es el potrero, los pastos, para mantener el ganado. Él compró una motosierra, y como acá vivimos en medio del bosque y hay mucha madera fina, estábamos como en el comercio de la madera. Empecé yo a aserrar. Fueron ocho años aserrando, ocho años dedicado a esas tradiciones equivocadas que le dan a uno acá a los campesinos”, expresa Rosero.
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Tanto Daniel como Edilson se dieron cuenta de que el cambio de vida lo necesitaban ellos y no la naturaleza. Fue así como pasaron de la motosierra, que arrasaba con los panales de las abejas, a la construcción en madera de sitios seguros para ellas.
“A me doy cuenta que el daño que le hicimos a estas abejas, que son tan importantes y para nuestro planeta. Mejoramos nuestra economía. Ahorita estoy dedicado 100% a la meliponicultura. Primero fue una pasión y ahora es por amor a la naturaleza”, apunta Daniel.
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La miel ha salvado a familias en pandemia
Y sin duda la utilidad más grande de este tipo de proyectos se ha visto reflejada ahora, en momentos en que vivimos la cuarentena causada por el COVID-19.
“En este tiempo, cuando mucha gente que no ha tenido trabajo, tener abejas nativas sin aguijón ha sido una alternativa económica para las personas en estos momentos de crisis. Por ejemplo, porque ha sido una forma de tener ingresos extra en tiempos donde ha sido difícil el trabajo”, explica John Mueses.
Las asesorías técnicas en estos meses se hacen a través de WhatsApp. Solo en la bota caucana han capacitado a más de 400 personas.
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“Nosotros estamos convencidos de que esto puede ser un negocio promisorio a futuro” dice el experto.
Entre tanto, Germán Lotero resalta que lo más importante es la educación, es decir, que quien quiera tener abejas se eduque en el manejo de ellas.
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El proyecto Naturamazonas es finalista del premio Latinoamérica Verde y busca un reconocimiento para estas obreras incansables, fundamentales en la cadena de producción de alimentos, pero también en la lucha contra la deforestación y la conservación de nuestra Amazonía.