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La Vorágine: las dos caras de Julio César Arana, el hombre que sembró de muerte el Amazonas

En la última entrega del homenaje a La Vorágine, el clásico universal de José Eustasio Rivera, le seguimos el rastro a Julio César Arana, el barón del caucho del Perú, pero un hombre siniestro en Colombia.

La Vorágine: las dos caras de Julio César Arana, el hombre que sembró de muerte el Amazonas

Mientras que en Perú, Julio César Arana era el gran empresario del caucho, en Colombia era la personificación del diablo. En la última entrega del especial a La Vorágine, a 100 años de su publicación, se muestran las dos caras de un hombre siniestro para nuestro país, pero considerado por muchos en el país vecino como alguien capaz de levantar una ciudad hecha a imagen y semejanza de las europeas.

En el Amazonas colombiano, Julio César Arana era jefe absoluto de un ejército de demonios a los que llamaba sus capataces del caucho. En el Amazonas peruano era un respetable empresario que se codeaba con los poderosos. Dios y diablo bajo la mirada de Fausto Buinaje, un huitoto maestro y coordinador académico de la Casa del Conocimiento.

Un dios allá porque él tenía todo el poder, él era senador allá, y acá el diablo porque todos los capataces que tenía pues mataban, y entonces lo consideran como el diablo, el que el que tenía el poder de matar”.

En Iquitos, varios creen que la historia ha sido injusta con Arana; lo piensa Simón Aquino, un habitante de la ciudad peruana que afirma que “son rumores porque tenían que ir a trabajar a la selva, puede ser que le picaba la víbora, a lo mejor faltaban los medicamentos, uno moría, entonces pensaban que él los mataba, pero no era así”.

Martín Reátegui, a quien llaman guaquero de bibliotecas en esa región, reconoce la masacre de las caucherías pero la enmarca en un contexto mucho más amplio: antes de los peruanos otros masacraban indígenas.

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“Ya en esa época, cuando están trabajando la quina, varios puestos ya se da todo un proceso perverso de muertes, y explotación y crímenes contra los pueblos. En el documento de Rocha están descritas las masacres que se hacen con niños y etcétera, con los puestos dirigidos por Colombia, por colombianos, entonces había ahí un perverso sistema. En ese sistema es que aparece Arana, se mete al tema, comienza a negociar, comienza a comprar terrenos y se instala en un sistema que estaba instalado”, sostuvo.

El papel de Roger Casement, el cónsul británico que destapó con sus denuncias los crímenes cometidos por la casa Arana y cuyo libro azul descansa en el barco museo de Ayapua sobre el río Amazonas, genera controversia.

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Sus escritos y La Vorágine quedaron como improntas de un holocausto.

Y es que Arana es el hombre detrás de La Vorágine, el que provoca la desgracia de sus protagonistas sin untarse de su sangre.

El epílogo de la realidad no podía ser más doloroso: más de 50.000 indígenas asesinados. Y el epílogo de la ficción en La Vorágine no podía ser más real: “Es el hombre civilizado el paladín de la destrucción”.

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