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La masacre de La Gabarra, la verdad que no cuentan las FARC

Cuatro sobrevivientes obligaron a que exguerrilleros aceptaran, después de 18 años, su responsabilidad parcial en este crimen. Noticias Caracol conoció en exclusiva los testimonios.

Masacre de La Gabarra: la verdad que no cuentan las FARC

La verdad de una de las peores masacres en la historia de Colombia se conoció por cuatro sobrevivientes. Han pasado 18 años sin que las FARC reconozcan la verdad completa sobre la muerte de 34 campesinos en la finca La Duquesa, en el corazón del Catatumbo. Pero los aterradores testimonios de estas víctimas los delatan y revelan que en La Gabarra la guerrilla acudió a las mismas tácticas de terror que usaban sus enemigos los paramilitares.

“Nos reunieron a los que habíamos (SIC). Habíamos 42-43 personas en esa finca en ese momento. De ahí comenzaron a llevarlos de dos en dos, hacia un patio grande que había de tierra y los iban amarrando. Ya cuando faltaban cinco personas por amarrar me tocó el turno a mí, me llevaron con otro señor apuntándonos con el fusil. Cuando llegamos al patio donde nos estaban amarrando ya habían degollado unas personas”.

El relato es de Esteban Hernández, un campesino que -como la mayoría en esa región del país-, vivía de raspar coca. En la madrugada del 15 de junio de 2004 fue el único que logró escapar de un grupo de guerrilleros que asaltó la finca en donde trabajaba.

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“Al ver que ya habían degollado a unas personas dije voy a correr la misma suerte de ellos. Y tomé la decisión. Seré el primero que me voy a morir o el primero que me voy a volar. Miré a Wilson que estaba ahí amarrado y le hice con los ojos que si nos volábamos. Él ya no podía hacer nada porque estaba amarrado. Cuando me dijeron, tírese al piso, amagué que me tiraba al piso y con la misma me tiré al abismo, al barranco que había. Me tiré por el rastrojo abajo y ahí fue que ellos me prendieron a plomo. Como no me hicieron nada comenzaron a rematar a las personas que tenían amarradas, les dieron plomo. La idea tal vez de ellos era matarnos degollados no hacer bulla”, contó.

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La última persona a la que Esteban vio antes de fugarse fue Wilson Prieto. Estaba con las manos amarradas, tirado en el suelo y esperando el turno para ser asesinado. Milagrosamente, Wilson sobrevivió para contar el escape de su amigo y la barbarie que se desató en el sitio de la masacre.

“El uno le dijo al otro, se voló, se voló y lo encendieron a plomo. Entonces yo llegué y me puse a orarle a Dios porque es un momento muy difícil de pensar lo que estaba pasando en segundos. Entonces uno le dijo al otro, matemos a estos hp, y le dieron plomo a todos los que estaban acostados. A mí no me habían pegado ningún tiro. Entonces, cuando ya se calmó la vaina, le dijo uno al otro mire, se están moviendo, dijo: remátelos. Y en el remate yo recibí cuatro impactos de bala. Yo seguí haciéndome el muerto porque un compañero le habían pegado un tiro por la espalda y le salió por la boca entonces me sangró la cara y eso me salvó para parecer que yo tuviera baleada la cara”, aseguró Wilson.

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Mientras Wilson fingía estar muerto y escuchaba cómo asesinaban a sus compañeros, Esteban corría para salvar su vida. “Cuando bajé a un caño que había yo me sentía tiroteado, de la ansiedad que yo llevaba no podía pasar ni agua. Yo me echaba agua a la boca y no podía ni pasarla. Estuve escondido mientras bajaban otros obreros que eran de las otras fincas. Les salí y les pregunté qué había pasado. Y me dijeron: allá los mataron a todos”.

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Lo que Esteban no sabía en ese momento es que su amigo Wilson había logrado sobrevivir a pesar de la gravedad de sus heridas en los brazos y en las piernas.

“Cuando ya se fueron me estuve como media hora boca abajo todavía, porque yo pensaba que estuvieran allí parados. Porque no es tan fácil ir a voltear y que estén, y que me peguen un pepazo ahí de gracia. A lo que me cansé, me volteé como pude y vi que no estaba ninguno. Y me solté como pude y estuve ahí hasta que aparecieron unos civiles. Ahí duré dos horas y media hasta que armaron las barracoas, que en el campo es una hamaca amarrada a un palo. Y me bajaron como dos horas y media de camino y me trajeron a la orilla del río. Me echaron en la canoa hasta La Gabarra”, explicó Wilson.

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Mientras las FARC asesinaban brutalmente a los hombres, la suerte de cinco mujeres se definía en la cocina de la finca.

Ellos se fueron hacia el lado de nosotras también a dispararnos. Y le preguntó a alguien, ¿A estas también las matamos? y dijo no, a esas dejémoslas para que cuenten la historia. Dios mío, apenas ellos se fueron nosotras nos paramos y yo regresé a recoger algo y pasé casi por encima de los muertos

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Quien habla es Sandra Milena García, una joven que fue contratada para cocinarles a los raspachines. Ese día estaba junto a Omaira Alejandra Jaimes, quien también recuerda el sangriento asalto.

“Ustedes se imaginarán qué nos dijeron, que éramos paracas, nos dieron cinco minutos para que nos fuéramos de ahí. Nosotros corrimos y alcanzamos a subir y bajar y volver otra vez, cuando todo el mundo pedía auxilio. Había tres personas degolladas en la cocina donde nosotros estábamos. La gente pedía auxilio, pero nosotros no podíamos hacer nada. ¿Por qué? porque los paramilitares estaban más arriba y si llegaban y nos encontraban allí decían: “estas son cómplices”. Entonces nos tocó irnos. Nos fuimos hasta llegar al puerto del río. Nosotras corrimos. Detrás de nosotras iba un muchacho herido que nos decía que lo esperáramos. Nosotros le decíamos: corra, corra”, relató Omaira.

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Para la fecha de la masacre, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, era el comandante del bloque Magdalena Medio que tenía injerencia en la zona del Catatumbo. Ante la Comisión de la Verdad, el entonces jefe guerrillero confesó: “Ese horrible hecho que se presentó en medio de la confrontación, de 34 personas asesinadas, por gente nuestra, no fue justo, no tuvo ninguna explicación, ninguna justificación, es un hecho que estamos reconociendo”.

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Pero para los sobrevivientes, las palabras de quien llegó a ser el último jefe de las FARC antes de la desmovilización no son suficientes porque no reconocen que fue la cúpula de las FARC la que ordenó los asesinatos. Otros jefes guerrilleros se han limitado a decir que el comandante de la zona actuó de manera inconsulta y repentina.

“Cuando dijeron que él había tomado la decisión porque uno se había volado. Yo incluso se lo dije a Rodrigo, se lo dije, entonces el culpable era yo porque me había volado. Para mí eso ya iba planeado, porque si ellos no llevaran la intención de matarnos nos hubieran dejado vestir, no nos hubieran dicho que para qué íbamos a necesitar eso. Ellos llevaban la orden de matar un poco de gente”, asegura Esteban.

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Wilson, por su parte, aseguró: “Esperábamos que ellos dijeran sí, nosotros fuimos, pero ellos dijeron que sí habían sido parte de ellos, pero no ellos directamente. No sé si será pena o vergüenza, pero algo esconden cuando no fueron capaces de decir lo que le acabo de decir: nosotros fuimos, les pedimos mil perdón (SIC). Uno puede perdonar”.

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Los ex FARC no lo reconocen, pero los sobrevivientes creen saber cuál fue la verdadera motivación por la que la cúpula de esa guerrilla ordenó cometer esa masacre.

Ese era el objetivo casi de todos, el objetivo era el control de los cultivos por el dominio de la plata porque eso es lo que siempre se han peleado: la plata
dijo Esteban

Los ex FARC lo niegan: “Se ha vendido la idea de que el combate en el Catatumbo era el fruto de una disputa en el Catatumbo, de una disputa del combate del mercado de la coca, cosa absurda desde todo punto de vista”, señaló Timochenko.

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Los sobrevivientes de La Gabarra están indignados porque las FARC se empeñan en negar que masacraron campesinos, como lo hacían los paramilitares, por quedarse con el negocio del narcotráfico. “Las masacres más terribles las hacían los paramilitares y ellos con eso mancharon lo que tenían. De buenos no tienen nada porque los buenos somos nosotros”, concluye Wilson.

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