Mientras el escándalo por corrupción en la Unidad de Gestión del Riesgo cada día escribe un nuevo capítulo en los titulares de prensa, en la alta Guajira, las comunidades más vulnerables siguen clamando por el agua potable y denuncian que los políticos convirtieron el recurso en mercancía de cambio por votos en las pasadas elecciones.
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La comunidad de Amunchinjau es una pequeña pero bien organizada ranchería liderada por Misael Estrada. Aunque el caserío hace parte de la zona rural de Uribia, el municipio que más concentró ayudas, en realidad, sus habitantes no tienen nada.
“La mayor necesidad de la comunidad es la falta de agua potable, estamos tomando agua de un jagüey cercano, pero está pronto a secarse y, cuando se sequé, solo queda el agua del mar, que no es apta para el consumo humano. Y, cuando uno llega a la Alcaldía a pedir la ayuda, le dicen que lo llaman y a la final nunca me llaman”, asegura Misael.
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Yunesca Redondo, habitante de Amunchinjau, manifiesta que las condiciones del agua en el jagüey “no están bien”.
“Pero igual la tomamos porque por aquí no se consigue el agua, no adecuada para el consumo, pero qué más podemos hacer”, señala.
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Yunesca revela algo peor. Cuando llegan carrotanques, no lo hacen con agua potable.
“No es agua potable, es agua sucia de aquí del jagüey. Ellos mismos buscan el agua del jagüey y lo llevan a la comunidad, nunca he visto que traigan agua potable”, cuenta.
En la zona se ve a los niños tomando agua del jagüey. La imagen ofende su dignidad y la de su pueblo, un pueblo cansado de escuchar promesas. Para ellos, nada cambia, solo les queda beber en donde beben los animales.
En el corregimiento Bahía Honda, el jagüey es la única esperanza para los pobladores de la zona, comunidades que tienen sus derechos protegidos por sentencias y fallos judiciales pero allí lo anormal se volvió normal, que los niños tomen de esa agua que no es potable. En otras palabras, sus derechos están protegidos solo en el papel.
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Uribia es un gigantesco municipio de casi 200.000 habitantes, un fortín electoral que hoy está en el ojo del huracán porque fue el beneficiario de millonarias ayudas que debían ser entregadas justamente a estas comunidades.
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Allí, Olmedo López y Sneyder Pinilla, exdirectivos de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), concentraron los recursos que hoy están perdidos, algo que indigna a los wayú.
“Porque el Gobierno envía una ayuda de agua, mira cómo Olmedo López se ha robado lo que era para el pueblo wayú, lo que él no necesita embolsillarse, él no tiene necesidad, pero nosotros sí”, sostiene Luisa Pimienta, líder de la comunidad wayú.
También recuerdan que los hombres del pasado alcalde de Uribia, Bonifacio Henríquez, vinieron a hacer campaña por un desconocido para ellos, el conservador antioqueño Carlos Trujillo, político que jamás han visto.
El médico pediatra Lucho Gómez, exmilitante del M-19, reconocido líder social de La Guajira y exgerente que el presidente Gustavo Petro nombró para coordinar la entrega de recursos, ha dicho en repetidas ocasiones que no hace parte de este entramado de corrupción y que advirtió al primer mandatario del desastre que se avecinaba.
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Además, pide que investiguen los millonarios contratos de distribución del agua en La Guajira.
“Llegaron a ser 185 vehículos diarios, carrotanques, con dos tarifas diarias, una de 1.070.000 pesos y otra de 1.400.000 pesos. Eso era alrededor de 200 millones de pesos diarios. Eran cinco carrotanques por cada municipio accionado: 5, Riohacha; 5, Manaure; 5, Uribia, y 5, Maicao. Y de repente hubo un salto inmenso en la adjudicación desde Bogotá en la contratación, subieron 20 carrotanques más para Uribia y luego 25”.
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¿Quién da la orden desde Bogotá?
“Olmedo, que era el director, aunque aquí hubo presencia de Sneyder, no solo era el segundo en jerarquía, sino que dice que conoció el engranaje en La Guajira”.
Los dolientes de este desfalco a los recursos le ponen el pecho a la brisa y siguen a la espera del resarcimiento de sus derechos. El viento sopla fuerte en la alta Guajira y se lleva a su paso la arena y el cambio mil veces prometido.