En cinco años las disidencias pasaron de un grupo y un puñado de guerrilleros a 35 estructuras que tienen más de 3.000 hombres en armas y presencia en 22 departamentos de Colombia. ¿Qué tan grave es el surgimiento de estos grupos para la seguridad y hasta dónde pueden llegar? Esto opinan los expertos.
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Dos semanas antes de que el Gobierno y las FARC anunciaran en medio de aplausos en La Habana, Cuba, que habían llegado a un acuerdo para el fin del conflicto, desde la selva salió este comunicado: “El frente primero de las Farc ‘Armando Ríos’ no se desmovilizará, por considerar que la política del Estado colombiano y sus aliados sólo buscan el desarme y la desmovilización de las guerrillas. continuaremos la lucha por la toma del poder por el pueblo y para el pueblo (...) respetamos la decisión de quienes desistan de la lucha armada (...) no los consideramos nuestros enemigos”.
Ese comunicado de la estructura de las FARC que mantuvo secuestrada a Ingrid Betancourt fue la primera muestra de rechazo público de un sector de la guerrilla al acuerdo de paz. También fue el anuncio del surgimiento de la primera disidencia. Hoy, cinco años después, hay más de 30 grupos de disidentes que tienen presencia en 22 departamentos.
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“En general podríamos decir que hoy en día hay una suerte de más o menos 30 o 35 estructuras que se llaman disidencias con diferentes variaciones en términos de su organización”, afirma Jorge Mantilla, director de dinámicas del conflicto de la Fundación Ideas para la Paz.
“Hay 150 municipios donde circulan. No quiere decir que tenga domino, control territorial, pero sí donde circulan y tienen alguna capacidad de acción o de perturbación”, agrega Mantilla.
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Tanto la Fundación Ideas para la Paz como Indepaz han llegado a las mismas conclusiones. Desde 2016 hasta el 2021 el crecimiento de estos grupos ha sido constante y se ha convertido en dolor de cabeza en diferentes regiones del país.
“Podríamos decir que hay unos 3.500 hombres en estructuras armadas que son recomposiciones y nuevos reclutamientos la inmensa mayoría. El 85 por ciento o más de nuevos reclutamientos y las redes de apoyos, que son anteriores milicianos o gente que no está en la actividad armada pero sí está relacionada con esas estructuras”, dice González.
Uno de los golpes más duros que recibió el proceso de paz ocurrió el 29 de agosto de 2019 cuando varios jefes guerrilleros, que estuvieron como negociadores en La Habana, aparecieron en un video en el que anunciaron su regreso a la clandestinidad y la fundación de un grupo que denominaron la Segunda Marquetalia.
“Sí hay que distinguir dos tipos de grupos: unos que son disidencias con pretensión política, que son las de Márquez y la de ‘Gentil Duarte’ y otro la constelación de grupos residuales que están dedicados fundamentalmente a rentas”, afirmó González.
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El grupo de Iván Márquez surgió después de un fallido intento por poner bajo sus órdenes a ‘Iván Mordisco’ y ‘Gentil Duarte’, dos jefes guerrilleros que comandaban otro numeroso grupo de disidentes que venía actuando en el suroriente del país y con los que terminaron enfrentados a muerte.
“Eventualmente la tensión entre las dos facciones más grandes de las disidencias, las de la Segunda Marquetalia y las de Gentil Duarte, ha venido creciendo. Han pasado a la conflictividad en regiones como el norte del Cauca o el Pacífico nariñense”, dijo Mantilla.
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La guerra por las rutas del narcotráfico y el control territorial entre las diferentes facciones de las disidencias estalló en diferentes regiones del país dejando a la población civil en medio de una nueva guerra.
“Las comunidades son conminadas a renunciar a los programas de implementación, incluyendo lo rural y lo de sustitución. Conminadas a definirse alineados con un determinado grupo, y también a dinamizarse y a responder como escudos frente a la presencia de la fuerza pública. Aparte de eso, a tolerar el reclutamiento y la extorsión”, afirmó el director de Indepaz.
Las disidencias también están detrás del asesinato de algunos líderes sociales y de un alto porcentaje de los casi 300 excombatientes muertos en los últimos cinco, muchos de ellos acusados de traidores por el hecho de seguir en el proceso de paz.
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“El tema que el Gobierno no ha podido controlar es el tema de masacres, de asesinatos de líderes sociales y de reincorporados. El problema ha estado en la seguridad territorial, en los municipios la gente considera que el conflicto nunca terminó o que el conflicto sencillamente es susceptible de recrudecerse”, dice Jorge Mantilla, de Fundación Ideas para la Paz.
Incluso quien fue el último jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, alias ‘Timochenko’ , no se salvó de la venganza de sus antiguos camaradas. En enero del año pasado el Gobierno denunció un plan de una célula enviada por los jefes disidentes para asesinarlo.
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El incremento en el número de disidentes y de hombres en armas causó la sensación de que el país está frente al nacimiento de una nueva y poderosa guerrilla. Sin embargo, los analistas consideran que, aunque son un desafío para la seguridad, difícilmente Colombia volverá a enfrentar una organización tan poderosa como la que tuvo durante décadas cuando existían las FARC.
“No van a desaparecer, en una próxima década no van a desparecer esos grupos. Pero eso no quiere decir que estemos en una nueva guerra o que estemos en retroceso a la situación anterior a los acuerdos. Creo que es una mala lectura. Esta es una nueva situación, con un peso y unas estrategias distintas. no hay amenaza a la estabilidad del Estado.
Ahora se trata de formaciones dispersas, de un avispero que pica, molesta, perturba y daña pero que no tiene ninguna posibilidad estratégica”, concluye el director de Indepaz. Evitar que las disidencias continúen creciendo es una tarea pendiente y un desafío que solo está en manos del Gobierno.