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Con hilos y agujas, mujeres reinsertadas del Catatumbo se aferran a la paz

Crearon, con ayuda de dos diseñadoras, una línea de ropa llamada Ixora, un nombre que refleja su resiliencia. Porque en esta zona del país la violencia parece no tener fin.

En Caño Indio, Catatumbo, mujeres reinsertadas se aferran a la paz con agujas e hilo

Para llegar a Caño Indio, espacio de reincorporación de los excombatientes de las FARC, hay que transitar una vía destapada, avanzamos a toda velocidad en uno de los vehículos de la misión de verificación de las Naciones Unidas que nos acompaña en este viaje al corazón del Catatumbo, Norte de Santander, donde hace cinco años dejaron las armas.

Es una zona campesina pero en la trocha, más que cultivos de pancoger, florecen los cultivos de coca, una tema preocupante porque, para los analistas. el narcotráfico es el motor de la guerra que aún no cesa en este territorio.

Luego de cinco horas desde Cúcuta llegamos al ETCR. En el lugar asoman algunos niños y a primera vista parece un caserío perdido en medio de la selva.

Las casas están pintadas con murales alusivos a los viejos comandantes de las FARC y en medio de estos campamentos encontramos a Katerin Avella, una de las mujeres que se ha tomado en serio la formulación de proyectos productivos para incorporarse a la vida civil.

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Ella lidera un grupo de aproximadamente quince mujeres, que gracias a las ayudas de la cooperación internacional y la ONU lograron consolidar una pequeña empresa de confecciones llamada Ixorá.

"Porque ixorá es una flor que florece todo el año porque a pesar de la aridez de este clima, del sol, de los rayos, de los truenos…la ixorá siempre es resiliente. Allí, en medio de las dificultades más grandes, ella siempre muestra su alegría y su significado. Estamos en una tierra difícil pero siempre hay alegría, belleza, exuberancia, hay identidad", dice Katerin.

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La dureza de su rostro no se compadece con la dulzura de su voz. Con esa voz tranquila y pausada, Katerin cuenta que transitan un camino difícil porque aunque ellos entregaron las armas el conflicto armado aún persiste en la zona y ellos son carne de cañón para los violentos. Pese a todo no quieren volver a la guerra y mantienen su palabra de cumplir con los acuerdos de paz.

"Lo principal para nosotros es nunca caer en la desesperanza y vemos que en medio de todas las oscuridades, de todas las sombras que hay dentro de este proceso, porque, bueno, no ha sido fácil. Sobre todo traigo a la memoria la muerte de todos nuestros compañeros. Yo personalmente digo, bueno, que no se cumplan de la noche a la mañana los acuerdos porque eso es un proceso, pero lo que no se admite es que asesinen a diario a nuestros compañeros y compañeras", asegura la mujer.

Sus palabras son respaldadas por Rubén Zamora, excomandante del frente 33 que operaba en la zona y hoy un exiliado del espacio de reincorporación por amenazas a su vida.

“El escenario es muy difícil; estar allí en Caño Indio es muy complicado porque estás en medio de la guerra. Allí hay amenazas de todo tipo, desde sectores de la extrema derecha que están muy a la expectativa de exterminar a la población que se reincorporó a la vida civil como otros actores que no comprenden muy bien este tema del acuerdo de paz”, dice Zamora.

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Se refiere a las disidencias de las FARC, el ELN, el EPL y los grupos paramilitares que se disputan entre ellos el dominio territorial desde que las Farc depusieron sus armas, cuenta José Manuel Alba, investigador de la Universidad Francisco de Paula Santander en Ocaña.

“Nunca pensamos que la paz iba a ser tan difícil, nunca pensamos que los acuerdos de paz iban a ser un escenario de guerra donde iban a haber unos tiros y aflojes con unas tensiones muy fuertes frente a la construcción de lo que nosotros pensamos como un Catatumbo mejor, pero también de todos los peligros que empiezan a surgir después de los acuerdos de paz", agrega.

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El Tarra, laboratorio de paz en medio de la guerra

A dos horas de allí está el municipio de El Tarra y en esta población toman forma las palabras de José Manuel. En la plaza principal del pueblo, en el mejor hotel, ondea la bandera del ELN, dicen algunos habitantes que un día la pusieron allí y nadie se atreve a quitarla.

Esto es una muestra del dominio que estos grupos ejercen en la zona, cuenta el alcalde Yair Díaz, quien confiesa que no es fácil gobernar en medio de la guerra y se queja de que el gobierno vea en la respuesta militar la solución al problema.

“Aquí se necesita es una intervención social a los problemas que son sociales. Aquí el problema es de la pobreza, de la crisis humanitaria que hay y hay que atacar es eso particularmente. Yo pienso que aumentar el pie de fuerza militar es aumentar el riesgo de conflicto en una zona que esperamos que se acabe”, expresa el burgomaestre.

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Pero no todo es malo. En el espacio de reincorporación no quedan muchas familias, es decir la mayoría ya logró hacer su vida en medio de la civilidad.

Uno de ellos es Albeiro Sánchez, que se gana la vida con un pequeño negocio de alquiler de lavadoras. Otros han montado talleres para motos y continúan en la lucha por salir adelante, afirma Eliécer Cardozo, líder de los reincorporados y director de la oficina de paz, un espacio creado por la Alcaldía de El Tarra para canalizar los proyectos de los excombatientes y sacar adelante todas las iniciativas que permita su reincorporación a la vida civil.

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“Ahí estamos cumpliéndole al gobierno con los acuerdos de paz y así mismo queremos que el gobierno como nosotros les estamos cumpliendo a ellos que el arma que nosotros tenemos es la palabra, esa es el arma para implementarlos. Ya cinco años que vamos a cumplir estos días”, indica el reinsertado.

Para Alba, aún falta mucho camino por recorrer y la implementación de los acuerdos, cinco años después va a un ritmo muy lento.

“Lo que nosotros hemos analizado un poco en la implementación de los acuerdos es que el proceso se ha centrado en la incorporación, pero en los otros puntos como reforma rural integral, sustitución de cultivos ilícitos se ha avanzado muy poco y el gobierno se ha centrado más en la erradicación que en la sustitución", dice.

Este punto es muy complejo en la región porque los cultivos crecen exponencialmente en la zona, cuenta el alcalde, quien además confiesa que no entiende como El Tarra se quedó por fuera de los municipios del PNIS, Plan de Sustitución del Cultivos establecido por el acuerdo de paz.

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“Es uno de los reclamos que siempre he hecho el tiempo que llevo de mandato. Por qué El Tarra no fue priorizado para este programa. En El Tarra no se logró ni siquiera hacer el pacto municipal para la sustitución de cultivos de manera voluntaria y este es el momento que no sabemos", explica.

Gente como Katerin, Eliécer y Albeiro seguirán insistiendo en sus proyectos que los mantienen alejados de la guerra.

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Mañana buscarán algo nuevo para avanzar en su proceso de reincorporación, pero para todos es claro que si el gobierno entrante no prioriza esta región la hoja de ruta que ya trazó el acuerdo de paz estará condenada al fracaso.

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