En una carrera contra el tiempo viven varias comunidades del departamento de La Guajira, pues han estado por años en medio del olvido estatal y la necesidad por sobrevivir, que los ha llevado a adaptarse a las diferentes situaciones ambientales, una de ellas es la sequía, que se avecina con la llegada del fenómeno de El Niño. Un equipo de Noticias Caracol recorrió las rancherías que hoy le apuestan a transformar la realidad de la mano de proyectos productivos nunca antes vistos en la zona.
Noticias Caracol llegó a ese departamento, conformado por 14 municipios y un distrito especial, Riohacha, y 44 corregimientos que guardan el valor cultural y ancestral con numerosas rancherías del pueblo indígena wayú. Un pueblo que se ha forjado en valentía en medio de la dificultad.
“Unidos para sacar nuestra comunidad adelante”, de eso se trata para Jorge Uriana Pushaina, líder de la comunidad irramasen, ubicada en la Alta Guajira, en el municipio de Manaure.
Allí viven 36 familias, cerca de 300 personas. ¿Pero cómo viven? Según el censo nacional del DANE, La Guajira cuenta con 825.364 habitantes, la zona rural indígena representa un 52,5%, del que solo el 19,4 % de los wayú tiene acceso a agua potable.
La realidad de esta comunidad es un reflejo de la forma en la que transcurren los días en medio de las mismas necesidades: acueducto, alimento, vías, educación y salud. Aspectos que se fortalecen o se quiebran con la llegada de los fenómenos ambientales, con los que han aprendido a vivir las comunidades, pero que siguen poniéndolas en riesgo.
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Uno de esos fenómenos es el de El Niño, un evento que a simple vista pone aún más lejos la posibilidad de que estas comunidades vivan bajo todas las condiciones, pues el recurso más preciado ya es escaso: el agua.
Aunque Colombia ocupa el tercer lugar en el mundo con mayor fuente de este recurso, el problema es que no llega a todos por igual.
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Muestra de ello, el sistema que abastece a la comunidad irramasen desde hace un año. Llegó como una "donación", una bomba que funciona a través de paneles solares y que permiten que el agua llegue por lo menos a través de un tubo en pequeños chorros.
Esa es una de las razones que, en medio de la dificultad, ellos han convertido en oportunidad, pues, a menos de un mes de que llegue el punto máximo de sequía por cuenta del fenómeno de El Niño, este trabajo por sobrevivir ha cobrado otro significado.
La llegada de un proyecto liderado por la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Cultura) ha empezado a transformar la realidad y las maneras de enfrentar la necesidad con acciones anticipadas como rehabilitar suministros de agua, distribuir semillas, generar cultivos o centros de capacitación.
“Es importante para nosotros porque, cuando haya sequía, vamos a necesitar los cultivos, porque no tenemos qué comer, solo los cultivos”, agregó Elvina Pushiana, líder de la comunidad irramasen.
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Los insumos llegan desde el corazón de La Guajira, Riohacha. Camiones que atraviesan el desierto y que salen de una bodega en donde trabajan personas de las mismas comunidades en pro de un solo fin: mejorar las condiciones de vida.
Hoy cuentan con una estrategia robusta de producción de sus propios alimentos, a través de los cultivos en medio del desierto, que ampliaron su canasta familiar brindándoles 15 alimentos nutritivos para combatir el flagelo de la desnutrición y que, además, ponen a prueba la recolección de agua.
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De la misma manera en la que estas comunidades han estado priorizando su bienestar y dando un paso al aprendizaje y a las nuevas oportunidades para ser más fuertes ante un fenómeno de El Niño, o cualquier otra circunstancia, hoy son ejemplo y por eso, a través de su calor humano y coraje, piden no seguir siendo olvidados y que estas buenas iniciativas lleguen a cada rincón de su departamento.