En el norte del Cauca
se están adelantando 19 proyectos productivos
en los que empresarios, campesinos, indígenas, Fuerzas Militares y reincorporados decidieron unirse para darle una nueva cara a esta zona del país, azotada históricamente por la violencia de los grupos al margen de la ley.
En las paredes, puentes y casas de varios municipios en el Cauca se pueden ver carteles e imágenes alusivas a miembros de las extintas FARC y de algunos frentes de las disidencias.
Entre la violencia, los pobladores del Cauca se abren camino en proyectos productivos. Quienes decidieron cambiar su vida están exportando uchuva, aguacate y truchas. Estas iniciativas están en Caldono, Caloto, Toribío, Silvia y Tacueyó.
Romario es uno de los excombatientes que se sumó a los proyectos productivos. Sus manos, que antes empuñaban un fusil, ahora cosechan café. Él tiene en su cuerpo las cicatrices imborrables de la guerra. Estuvo en las filas de las extintas FARC por más de 10 años.
Él aprendió todo lo que necesita saber del café en una finca en la que se recogen 300 libras de grano por mes. Por cada libra ganan unos 4 mil pesos. Este producto se vende en Bogotá, Cali y varios municipios del Cauca.
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“Es un proyecto de mucha esperanza, de construcción de paz, tejido social y que le apuesta a la reconciliación del país”, dijo Romario.
Nilton también es un excombatiente de las extintas FARC. Tras soltar las armas y el camuflado, ahora es el encargado de manejar la finca. Él llegó a este proyecto huyendo de la violencia que le quitó a varios compañeros y amigos que firmaron la paz en otros municipios del Cauca.
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“El café sí es una buena apuesta para la paz”, aseguró Nilton, quien está al frente de una finca con 20 mil árboles que producen café. Allí ya se está implementando alta tecnología para secar los granos.
Entretanto, en una finca de Silvia, de 70 hectáreas, otros desmovilizados siembran aguacate. Cuentan con 2 mil árboles. Jean Carlo, que pasó la mitad de su vida en las filas de las extintas FARC, es quien saca adelante la producción de este fruto, que ya está siendo exportado a Europa.
“Hicimos la primera exportación y nos fue bien. Logramos tener una fruta de calidad. Este es un proyecto de hermanamiento enfocado en desarrollar productividad de manera conjunta entre empresarios y sector rural”, dijo.
Al otro lado de la montaña está un cultivo de uchuvas que es liderado por Florilva, una mujer indígena que se reincorporó. Ahora camina media hora todos los días para llegar hasta el campo. Ella y sus compañeros siembran un fruto que también es exportado a otros países del mundo.
“El proyecto comenzó el 17 de noviembre de 2022. Tenemos en la finca 4.600 matas en un proceso donde se han integrado las comunidades”, dijo.
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En Toribío también hay proyectos productivos: allí se lleva a cabo la piscicultura de truchas. Se espera que para el mes de diciembre se tengan 10 toneladas de carne que serán vendidos en diferentes mercados de la región.
“Para mí, como mujer, es un orgullo estar en este ámbito. Como reincorporadas, nosotras le apostamos a la paz. Dijimos que íbamos a salir adelante”, subrayó Milena Vargas, firmante de paz que está al frente de la iniciativa.
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Personas que en el pasado empuñaron armas hoy hacen parte de iniciativas productivas. Aunque no ha sido fácil, las Fuerzas Militares y la academia decidieron ser interlocutoras entre los diferentes sectores que colaboran.
“Esta confianza ha roto paradigmas para iniciar una forma diferente de encontrarnos como sociedad. Logramos cambios significativos en los territorios y trabajamos con el compromiso de proteger a la población y contribuir a la gobernabilidad”, expuso el general John Jairo Rojas, comandante de la Tercera División del Ejército Nacional.
Lo que todos esperan es que cada uno de estos grupos aporte y transforme una tierra que está en medio de zonas de conflicto. Están seguros de que ese es el verdadero camino para alcanzar la paz.