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Tranquilos, la culpa es mía

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No hace falta decir mucho cuando en la cancha no ves funcionamiento, dependés de un chispazo, y no propiamente del más encendido (al menos no sin un micrófono al frente) para que se vea algo. Se ve muy poco, seguimos en lo nuestro, sufrir mucho para que se nos lleven los puntos, sin menospreciar, con muy poco.

No hace falta hacer grandes cuestionamientos o elaborados comentarios cuando en la tabla marchas en el puesto 12 con los mismos puntos del 16. No hay que ser un elocuente orador para eso. No, son cinco puntos de 15 posibles por Liga y un enorme mar de dudas, una gran preocupación y una notable, y cada vez peor expresada, molestia.

Pero tranquilos muchachos del Deportivo Cali, tranquilos que la culpa es mía. Es mía, si, por no estar en todos los partidos aplaudiendo la forma en la que no se conectan en la cancha, o los malos planteos, o el no conocer el rival ni manejar los tiempos del partido.

Es mi culpa por no ir a verlos entrenar para pedirles autógrafos y es mi culpa, también, por no darle “like” a cada una de sus publicaciones en las redes sociales o usar las mías para aplaudirlos por entrar trotando a la cancha cuando se requiere correr.

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La culpa es mía, porque no superé el español básico en el colegio y no entiendo lo que en las ruedas de prensa hablan el DT, su asistente y ustedes, no, escucho que van a mejorar, que están trabajando por ello y que se encuentran comprometidos, enfocados y entregados al Deportivo Cali. Muchachos, no sé, yo lo escucho, pero no lo veo.

La culpa es mía, por supuesto, porque seguramente soy yo quien, desde la tribuna y sin los guayos puestos, no soy capaz de dar un pase a cinco metros o, tal vez, porque como llevo jugando fútbol toda mi vida me equivoco en una posición, regalo una marca o me muero de miedo haciendo lo que me gusta.

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Y mía, si muchachos del Cali, la culpa es mía porque sin importar nada me aparezco por la concentración a media noche con mis amigos para inflarles la cabeza con un aire de menor calidad que el que se usa con los balones. Sí, soy yo el que hace eso porque me importa más lo mío que lo suyo, lo nuestro.

Es hora de mirar para otro lado. De hablar claro y con acciones que respalden lo dicho. Que se dejen, con todo respeto, de pendejadas y de “andar buscando el muerto río arriba”, la culpa es nuestra.

Nuestra por no creer en el proceso o creer demasiado en él. Nuestra por no tener un verdadero liderazgo dentro y fuera de la cancha, uno que invite a cumplir cada contrato a cabalidad y sin chistar.

Nuestra porque ese amor que decimos tener por el club no lo mostramos con el respeto con la institución que nos da alegrías, crecimiento y, qué pena lo ramplón, a ustedes les da de comer (y para los tatuajes).

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La culpa es nuestra, el mal está detectado y ahora, porque el fútbol es divino, tenemos el jueves la oportunidad de decir ¡Basta! y, con el profesionalismo de los muchachos y todo nuestra entrega, ir a Barranquilla por algo más que un cupo a siguiente fase de Copa, no, a Barranquilla debemos ir a mostrar que el Deportivo Cali es lo único que nos importa y, cueste lo que cueste (así sea orgullo y ego) dejárlo todo en el “Metro”. Se puede, hay con qué, pero, sin voluntad… complicado.

Vamos Cali, de esta salimos juntos.

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Nos vemos en el estadio, nos leemos por acá.

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