Fueron seis jornadas de buen fútbol en las que al estadio Olímpico Pascual Guerrero sólo llegaron los rayos de un sol ardiente que acompaña por estos días a la ciudad de Cali y unos pocos seguidores del fútbol femenino.
En algunos partidos de Países Bajos, Costa Rica, España y Argentina se vieron grupos de aficionados que vinieron a Colombia a acompañar a sus selecciones en el Mundial Femenino Sub-20, pero nunca pasaron de ser una treintena.
Y, con excepción del debut de La Roja ante Estados Unidos en la primera fecha del primero de septiembre cuando llegaron 8.000 personas, la asistencia al estadio caleño nunca pasó de los 1.800 seguidores para un escenario con aforo de 38.000 espectadores.
Era muy poco para un estadio acostumbrado a los llenos que produce la selección femenina de Colombia que, como dicen los caleños, "cuando juega en el Pascual juega en su casa".
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Las calles vacías de los alrededores y la ausencia de vendedores de camisetas, banderas y recuerdos, dejaban en evidencia la poca convocatoria que tuvo la fase de grupos en la ciudad conocida como "Capital Deportiva de América".
Y es que este apodo no es pura vanidad o "chicanería", como dicen en estas tierras del suroeste colombiano que fueron sede en 1971 de los únicos Juegos Panamericanos que se han realizado en Colombia, o de los primeros Juegos del Oceánico Pacífico en 1995 y los primeros Juegos Panamericanos Junior en 2021.
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Además de que Cali también ha albergado seis finales de la Copa Libertadores con el América (1985,1986,1987,1996) y el Deportivo Cali (1978 y 1999), el Mundial de Mayores de baloncesto en 1982 y mundiales de patinaje, pesas y ciclismo.
Por lo anterior, la ausencia del público en el estadio Pascual Guerrero en el Mundial Femenino Sub-20 era algo triste para una ciudad que además de recibir el torneo se prepara para ser sede de la COP16 entre octubre y noviembre de este año.
Hasta que llegó la selección Colombia
Pero este miércoles, con el termómetro marcando 30 grados Celsius, en las afueras y dentro del estadio todo cambió.
El Pascual Guerrero cobró vida y la gente como embrujada por el 'Flautista de Hamelin' volvió.
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Llegaron los vendedores y el ambiente de fútbol del que tanto predican los caleños se sintió desde tempranas horas de la tarde en la doble jornada de octavos de final con los partidos España y Canadá, a primera hora, y luego con el de Colombia ante Corea del Sur en el juego de fondo.
"Esta es la primera vez que podemos acompañar a Colombia", dijeron Diana y Jorge Jiménez García junto a sus hijos José Luis y Dana, hinchas de Colombia que desde temprano llegaron al estadio. La niña, que juega fútbol, es hincha de Linda Caicedo y su prima milita en el América de Cali, para ellos definitivamente "la pasión por el fútbol femenino ha crecido".
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Y en la previa la salsa, por supuesto, el ritmo con el que se mueve esta ciudad sonó en el estadio y lo bailaron miembros de una de las cien escuelas que hay en Cali, que llenaron de color y de pasos la retina de los espectadores que ya estaban en las graderías.
Mario Valencia, un hombre de 65 años que vende banderas a las afueras del Pascual, se notaba con un gran estado de ánimo, él esta vez vendería sus productos: "He ido Manizales y a todo lado donde va la selección a jugar. Gracias a Dios aquí hay mucho patriotismo pero nunca como en la Costa Caribe, allá sí hay mucho patriotismo", dijo.
Asimismo Carolina, que llegó junto a su hijo al estadio, celebró la posibilidad de haber conseguido boletas "porque fue muy difícil", como se le dijo a la Agencia EFE, "para hoy no había boletas".
Para ella la motivación principal fue su hijo que quería estar en el partido de Colombia y, sin temor a la derrota, afirmó que este miércoles estará "con todo el ánimo de que la selección gane".
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Con la misma fe de Carolina, a la espera de la clasificación de la selección colombiana a cuartos de final, estarán todos en el Pascual, en Cali y en el resto del país.