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Raisa Toporkova, la campeona paralímpica ucraniana que logró escapar de la invasión de Rusia

"Había bombardeos sin cesar. Teníamos miedo de morir en el lugar", relató la levantadora de pesas de 36 años.

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Raisa Toporkova, acompañada de su esposo Anton Vavryshchuk (izq.), su amigo Yevhenii Razikov (der) y Alex Maliavin (centro).
AFP

Con su silla de ruedas, Raisa Toporkova consiguió, tras un largo viaje, salir de los territorios ocupados por el ejército ruso en Ucrania. Hoy, a pesar del golpe emocional por lo que ha vivido, esta halterófila paralímpica se agarra a un sueño: "retomar el entrenamiento".

Esta mujer de 36 años, que sufre un problema de crecimiento músculo-esquelético, comenzó en la halterofilia al terminar la adolescencia y puede presumir de tener dos títulos paralímpicos.

Salió el lunes de su ciudad natal, Energodar (sur de Ucrania), donde los combates hicieron pensar durante un tiempo en una tragedia en la vecina central nuclear, la más grande de Europa y que ahora está en manos de las fuerzas de Moscú.

Acompañada de su marido Anton Vavrychtchuk, de 37 años y que sufre también una discapacidad, y de dos amigos con problemas de parálisis cerebral, Raisa empezó el viaje primero en un monovolumen, que se averió en las afueras de Energodar, lo que les hizo temer por tener que renunciar a sus planes de huida.

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Un voluntario de la Cruz Roja consiguió entonces trasladarles en un coche en el que la deportista tuvo que viajar con su silla de ruedas plegada y colocada sobre sus rodillas.

"Había bombardeos sin cesar. Teníamos miedo de morir en el lugar", cuenta Raisa Toporkova.

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"Hubiera sido imposible salir del coche si algo hubiera ocurrido. Mi silla de ruedas estaba encima de mí y otras dos personas necesitan un bastón para andar", añade.

En su opinión, la situación se ha degradado rápidamente en un mes de ocupación rusa en Energodar. Ya no podía apenas salir de su casa debido a los combates, que continuaban, y su edificio no tenía sótano que pudiera servir de refugio para los bombardeos.

- Bastones para defenderse -

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La comida empezó a faltar, igual que medicamentos esenciales para personas con discapacidad. Por ello decidió escapar del lugar y sumarse a la larga lista de 10 millones de ucranianos que han abandonado sus hogares desde el inicio de la invasión rusa el 24 de febrero.

Para las personas discapacitadas, el viaje es largo y difícil hasta fuera de la zona de guerra, representando por ello un enorme desafío.

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En el punto de control de salida de la zona bajo control ruso, el grupo de Raisa tuvo que esperar durante siete horas antes de ser autorizado a pasar.

En total, el viaje hasta la ciudad de Zaporiyia tomó doce horas, en lugar de las dos horas que costaría en época normal de paz.

"Había tres posibilidades. O nos bombardeaban. O nos quedábamos atrapados y entonces a ver quién nos hubiera salvado. O bien conseguir huir, que afortunadamente es lo que pasó", explica Evgeni Raznikov, uno de los compañeros de viaje de Raisa.

"Si los rusos hubieran venido a buscarnos, al menos teníamos nuestros bastones para defendernos", bromea.

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Raisa Toporkova no ha podido entrenar desde el inicio de la guerra, que motivó el cierre de las salas deportivas y gimnasio. Antes pasaba en ese tipo de instalaciones dos horas, tres veces por semana.

Para ella, el objetivo ahora es alcanzar Leópolis, la gran ciudad ucraniana del oeste del país, donde espera poder comenzar a retomar su deporte.

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"Si no entreno una semana, vale, pero dos semanas ya es terrible. Si antes podía levantar 100 kg, tras una pausa así no podré más de 80 kg", vaticina.

Además de la guerra, Raisa tiene entre sus temores personales "no ser invitada más a las competiciones internacionales".

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