John Kennedy es uno de esos 'meninos' brasileños a los que el éxito les llega demasiado pronto. A punto de perderse por su indisciplina, supo reconducir su vida hasta erigirse este sábado en el héroe de la primera Copa Libertadores del Fluminense. En el vestuario le llaman el niño "milagro".
Kennedy (Itaúna, 2002) es un certero delantero y un manojo de nervios difícil de controlar. Un tren siempre a punto de descarrilar que revoluciona los partidos a base de nervio, pero en el que siempre confió su técnico, Fernando Diniz, figura clave para su recuperación.
Lo hizo en las semifinales contra el Inter y este sábado lo volvió a hacer. Desatascó un partido que iba por derroteros peligrosos en un escenario mágico como el Maracaná de Río de Janeiro. Este joven de raza negra, de pelo a la moda contemporánea, tintado dorado, ha cambiado la historia del centenario equipo carioca.
Entró desde el banquillo en el minuto 79 para sustituir a un desdibujado Paulo Henrique Ganso, y desde el primer momento se le vio con ganas de poner su nombre y apellidos en el trofeo de clubes más importante de América.
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Gol y expulsión en el mismo minuto
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Porque salió con todo y a por todos, casi desesperado por doblegar la portería de Sergio Romero, queriendo marcar antes de chutar. Ese ímpetu rompió la final para bien y para siempre.
Aunque antes de tocar el cielo se jugó la roja en un golpe al rostro de Ezequiel Fernández. Recibió apenas amarilla por ese lance.
Después firmaría el gol más importante de la historia del 'Flu'. Entró como un obús a por una dejada de cabeza de Keno, que antes había asistido a Germán Cano en el primer gol, y lanzó un latigazo potente, inapelable para el arquero Sergio Romero.
Hizo así honor al apodo que le han puesto algunos de sus compañeros en el vestuario: "Milagro".
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Lo celebró como si le fuera la vida en ello, tanto, que se fue directo a la grada para abrazarse con los miles de aficionados tricolores. El colombiano Wilmar Roldán no le perdonó, le mostró la segunda amarilla y a la calle.
Kennedy se bajaba de la nube de un plumazo, una metáfora de sus veintiún años de vida.
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Caída y recuperación
Nacido en el estado de Minas Gerais, la tierra donde nació Pelé, y criado en el Fluminense, debutó con el primer equipo en 2021, después de deslumbrar en las categorías inferiores.
Pero en 2022 bajó a los infiernos. Los problemas extradeportivos se le empezaron a acumular. Llegaba tarde o se ausentaba de los entrenamientos. En mayo de ese año, se vio además envuelto en otro escándalo, después de que la Policía confiscara su vehículo, que había prestado a unos amigos, tras encontrar marihuana en su interior.
Kennedy no tuvo nada que ver, pero fue una piedra más en el camino.
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En medio de esas turbulencias, fue descendido al equipo Sub-20 y cedido posteriormente al Ferroviária, un modesto club de São Paulo.
Allí se recicló y volvió a su mejor nivel. Volvió al Fluminense en marzo de este año, apadrinado por Diniz, y ha cumplido con nota.
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Sin ser titular, el atlético delantero, de 1,81 metros de altura, ha sido clave en la consecución de la Libertadores, en la que ha marcado cuatro goles y repartido cuatro asistencias en diez partidos.
Diniz siempre confió en el joven goleador, al que calificó de un "gran vencedor" cada vez "más íntegro" y "más bonito". Por las dudas, el mes pasado renovó con el 'Flu' hasta 2026. Su valor de mercado es de 4 millones de euros.