Al minuto 26 del primer tiempo del clásico 280 por Liga entre América y Deportivo Cali, el local, el rojo, derrotaba al ‘azucarero’ por dos a cero. La sorpresa era mayúscula, más si el primer gol lo anotaron a los 16 segundos.
En 26 minutos todo lo dicho por el cuerpo técnico y los jugadores en ruedas de prensa, en entrevistas y en posteos en redes sociales pasó de ser una declaración motivacional a una triste mentira, a un romántico verso, a una afrenta a la hinchada.
Qué partido tan feo, horrible el de nuestro Deportivo Cali. América hizo lo que tenía que hacer, ante la necesidad de puntos en las dos tablas, salió, como es el deber para un clásico, a ganar el partido desde el vamos, y lo hizo de muy buena manera. Cali, por su parte, desde el planteamiento hasta las declaraciones posteriores al partido fue un error tras otro mostrando no solo una preocupante (y escandalosa) falta de conocimiento y manejo desde el banco sino también una monstruosa apatía en quienes la vida los premió al convertirlos en jugadores del Deportivo Cali.
El fútbol tiene de todo, su lado científico, metafísico, objetivo y subjetivo por eso hay exjugadores que tratan de ser comentaristas y comentaristas a los que la pelota los desprecia, normal, y en ese mundo del balón uno puede ganar, perder o empatar un partido, nada está escrito a menos de que la FIFA o un apostador decida escribirlo. Pero, lo que uno no le perdona a un jugador profesional de fútbol es que deshonre la profesión y al deporte mismo saliendo a jugar un partido cuando debe ir es a ganarlo.
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No podés decirte jugador profesional de fútbol si tu pecho es una nevera y tu testosterona no es más alta que la de una bailarina del Bolshói. No señor. Vos podés ganar de arepa, empatar de milagro, pero si te toca perder debes perder luchando hasta el último minuto sabiendo que los puntos se cuentan en cada partido y no esperar al final del torneo para “ver si nos hacen falta”.
La tibieza no va conmigo y espero que en el seno del Deportivo Cali tampoco. Es triste ver, como si fuera una brujería, que cada acción positiva del club en lo administrativo y de mercadeo se convierte en algo ofensivo, motivo de burla y duda porque el cuerpo técnico y los jugadores, por su incapacidad o voluntad ya ni sé, deciden borrarlo en la cancha con resultados que no justifican ni su sueldo, ni valoran el esfuerzo ni la lealtad de la afición.
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Puede leerse como una reacción exagerada a una derrota (que no sufríamos en El Pascual desde el 2014 y ante los del ‘diablo’ desde 2010) pero no lo es. Héctor Cárdenas regresó con un conocimiento superior, según él y el comité ejecutivo, que el que tenía en el 2014, pero revisando la historia para no repetirla, claro, encontré que lo único que cambió, salvo un par de fichas, fue la nómina que tenía en el 2014 porque el discurso es idéntico, la actitud temerosa y complaciente se mantiene y los resultados, bueno, salió con un 48 por ciento de rendimiento y si no cambia creo que va para allá otra vez. Tres años han pasado y nada, no hemos crecido, formado, construido y explotado nada en lo deportivo.
Deuda enorme, enorme de Álvaro Martínez que solo podrá pagarla con la décima, pero es hora, para lograrlo hay que cuestionarse, y duro, si la decisión tomada con el “eterno aprendiz” fue la acertada. Los cambios son buenos más cuando son urgentes.
Claro está que no solo hay que mirar al cuerpo técnico. Hay jugadores, incluso de los insignia, a quienes el compromiso se les volvió comodidad y eso les apagó la voluntad. Verlos trotar, manotear más que patear y salir con discursos pobres en acciones ya cansa. Es una pena, lo tienen todo y nos devuelven tan poco.
Qué partido tan feo, horrible pero que al menos sirva para darle vuelta definitiva, no como promesa sino que de verdad se vea un cambio y, sin importar nada ni nadie, salgamos a la cancha como queremos todos: sin ahorrarnos nada y mostrando que querer la décima no es solo una declaración, es una actitud, es una realidad.
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Seguiré, como hincha que soy, alentando al equipo en las buenas y en las malas, pero lo que no voy a hacer más es alcahuetear a quienes no sientan la camiseta, a quienes no respeten la profesión, a quienes quieran verme la cara de idiota con verso barato y a quienes toleren la tibieza cuando lo que se necesita es perrenque.
Espero y quiero cambios. Espero fútbol, goles y entrega. Espero acciones no palabras.
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Vamos Cali, vamos que la gloria es nuestra siempre y cuando tengamos alguien que de verdad sepa lo que significa y vaya, como los jugadores del Cali de antes, haciendo respetar la camiseta hasta la última gota de sudor y sangre.
Nos vemos en el estadio, nos leemos por acá