El 11 de marzo de 2020 dos aficionados paseaban por el puerto de Liverpool. "Un virus no puede meternos en casa", relataba uno de ellos horas antes de ver al Atlético de Madrid en Anfield. Un partido que este aficionado, junto a otros 3.000 rojiblancos, presenciaron sin saber que días después se verían abocados a un confinamiento de dos meses en España y a no volver a ver fútbol en directo durante mucho tiempo.
Aquella fue una jornada muy extraña en Liverpool. La confirmación de que ese partido se iba a jugar llegó rozando la medianoche del 10 en el Reino Unido. "La UEFA puede confirmar que el encuentro entre el Liverpool y el Atlético se disputará con normalidad", rezó un comunicado que daba luz verde a un encuentro que la sociedad miraba con escepticismo y del cual se rumoreaba que se podía jugar a puerta cerrada.
Otras ligas y campeonatos estaban ya parados. La Premier League anunciaría su impás dos días después. Lo de aquella noche en Anfield fue irreal. "Lo recuerdo como un momento muy raro", dijo Jürgen Klopp este martes. "Sabíamos que algo se estaba cociendo, que podía pasar algo malo, pero no teníamos ni idea de la magnitud que iba a alcanzar. Hoy, 18 meses después, la sociedad ha sufrido un vuelco".
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Precisamente el técnico alemán fue protagonista de dos imágenes curiosas que plasman la inocencia de aquellos días. Chocó, entre risas, el codo a su rival, Diego Simeone, en la previa del partido, en lugar del tradicional apretón de manos, y, cuando salía del túnel de vestuarios abroncó a un aficionado que intentó estrecharle la mano. "Bajad las manos, idiotas", gritó.
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Las mascarillas eran un mito, no había distancia de seguridad en ningún momento y en la sala de prensa los periodistas comían uno al lado del otro divagando sobre qué ocurriría en los próximos días. Nadie podía imaginar viendo aquello que el Manchester City-Real Madrid de la semana siguiente no se jugaría hasta agosto, ni que Wimbledon, un torneo que se había celebrado sin interrupción desde la Segunda Guerra Mundial, se suspendería.
Luis García, exjugador de Liverpool y Atlético, esbozaba una sonrisa en su camino a la tribuna de prensa, mientras Anfield ebullía. El partido discurrió ajeno a todo. Se sucedió el asedio de los 'Reds' frenado por Jan Oblak, el error de Adrián San Miguel y la eclosión de Marcos Llorente. "Aquello fue todo menos un partido de fútbol", apostillaba Klopp, que pese a sus reparos ahora por disputar aquel partido, ese día estaba más enfadado con el Atlético que con cualquier otra cosa. "No entiendo que jueguen así con los futbolistas que tienen".
Han pasado casi 18 meses de aquello y el fútbol y la vida han resucitado. La Mathew Street de Liverpool, la que alberga el mítico Cavern Club y la estatua de John Lennon, ya no está desierta como el día que el Real Madrid visitó Anfield hace unos meses. Los pocos aficionados -cerca de 200- que han podido venir tratan de colocar su bufanda al 'Beatle', mientras en la calle resuenan las canciones de los 'Fab Four' y los bares rebosan alegría.
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Como el monumento al grupo cerca del puerto de la ciudad, otro lugar de peregrinaje habitual, junto al museo de los 'Beatles' y el del Titanic. Liverpool, año y medio después, vuelve a respirar fútbol de Champions. Lo hace amenazado aún por el covid, pero con la certeza de que, por lo menos, lo peor ya pasó.