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Gol Caracol Gerardo Bedoya

Gerardo Bedoya

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    El defensor de la selección Colombia debe regresar a la MLS porque terminó su contrato con el club bogotano, mientras que el mediocampista no llegó a un arreglo.

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    “Nunca más volví a llorar como aquel día”, me afirmó conmovido José, fanático de Racing Club de Avellaneda y dueño de la parrilla las Siete Colinas en Villa Crespo, Buenos Aires. Su emoción se debía al recuerdo del título conseguido por la academia en 2001, momento que para José de 54 años va a ser inolvidable. Antes de partir me dejó en claro que la clave de ese campeonato radicó en el gol que Gerardo Bedoya le marcó a River en el Cilindro de Avellaneda. Sobre el minuto 41 del segundo tiempo, el despeje de Ángel David Comizzo había quedado sin dueño sobre la media luna, sin pensarlo dos veces, Bedoya, quien llegaba desde atrás, clavó un certero zurdazo que se incrustó en el ángulo superior izquierdo del guardavalla river platense, el partido terminó 1 a 1 y confirmó a Racing como principal candidato a quedarse con el campeonato. “Los colombianos siempre dejan todo en la cancha” me señaló José. Bedoya bastión de aquel equipo campeón, no fue la excepción, en el mismo plantel se encontraba también Alex Viveros y poco tiempo después arribó el defensor antioqueño Andrés Orozco. Parece sentencia y norma divina que en el equipo del fútbol argentino donde sean titulares dos jugadores colombianos o más se consagre campeón. Es por todos recordado aquel Boca multicampeón bajo la dirección técnica de Carlos Bianchi, custodiado bajo los tres palos por Oscar Córdoba, Él Patrón Bermúdez manejaba la defensa y remataba a los delanteros que el Chicho Serna ya había desgastado metros antes, además de abastecer de pelotas limpias a un inspirado Riquelme, estos tres jugadores colombianos conformaron la columna vertebral de un equipo que supo ganarlo todo. Tres torneos locales (98, 99, 2000), dos Copas Libertadores (2000 y 2001) y una Copa Intercontinental (2000). En River Plate también compartieron plantel Juan Pablo Ángel y Mario Alberto Yepes, coincidieron en el Apertura de 1999, donde se consagraron campeones así como en el Clausura del 2000, donde nuevamente consiguieron el título. En San Lorenzo de Almagro también estuvieron varios jugadores colombianos, Iván Ramiro Córdoba arribó para la temporada de 1999 aunque no obtuvo ningún título, tiempo después también estuvieron en el equipo azulgrana ‘Totono’ Grisales, Andrés Pérez y Mauricio Molina entre otros. En Independiente es recordado como un ídolo Albeiro ‘El Palomo’ Usuriaga, quien jugó en 1994 con los rojos de Avellaneda donde obtuvo el torneo Clausura y la Supercopa de ese año. En 2004 mientras departía con algunos amigos en Cali, fue trágicamente asesinado luego de recibir varios disparos, el mundo del fútbol lamentó la muerte de uno de los mejores delanteros que tuvo Colombia en la década del 90. El 2011 fue un año especial para Racing, diez años después de aquel campeonato obtenido en 2001, nuevamente volvía a tener en su nómina titular a dos jugadores colombianos, ‘Gio’ Moreno y Teófilo Gutiérrez conformaron una dupla de ataque que cautivó a propios y extraños. Con un talento poco habitual para un jugador de su estatura, ‘Gio’ se ganó el cariño de la gente con grandes asistencias y goles de gran factura. Teófilo fue siempre sacrificio, lo más valorado por los hinchas de Racing, quienes siempre piden entrega a sus jugadores. Luego de algunos partidos y de varios goles anotados empezó a salir a flote su particular temperamento, peleas en entrenamientos, llegadas tarde a las concentraciones hicieron que la relación entre el delantero y sus compañeros se fuera desgastando. Finalmente todo estalló al salir expulsado en el clásico ante Independiente donde en confusos hechos en el vestuario, se tuvo que ir en taxi de la cancha y así dio por terminado su paso por Racing, luego jugó un par de partido con Lanús donde tampoco término de la mejor manera. Ahora, Teófilo tiene su revancha en el fútbol argentino, depende solo de él convertir las críticas y expectativa en elogios, sin duda tiene talento para poder lograrlo, él sabe que el Mundial está cerca y como el mismo lo dijo alguna vez “para poder dar el salto nuevamente a Europa, primero hay que ser figura en un grande de Argentina”. A su lado estarán dos compatriotas, Éder Álvarez Balanta, surgido en el club y ya consagrado en primera, es un hombre clave en la defensa para Ramón Díaz. En el medio campo llegó Carlos Carbonero para aportar el ida y vuelta que le permitió salir campeón en Arsenal de Sarandi, la gran alternativa por el sector derecho del medio campo, capaz de surtir de balones a los delanteros, lo más probable es que se pueda crear una sociedad con Teófilo en el ataque. Para el partido de esta tarde Ramón Díaz confirmó a los tres jugadores colombianos en la nómina titular que enfrentará a Colón de Santa Fe en el Monumental. Todo está dado para que la máxima de los jugadores colombianos en el fútbol argentino siga llenando más páginas en la historia, habrá entonces que sentarse y disfrutar. Por: Daniel Santamaría Jaramillo. Twitter: @danielsaja03

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    Algunos hinchas verdolagas lanzaron voladores y otros artefactos en las cercanías de la concentración cardenal. Se calienta la final...

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    El presidente del equipo bogotano, César Pastrana, le confirmó a Golcaracol.com que el argentino seguirá tres años más en el club, mientras que mediocampista estará otro año en la institución.

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    El jugador de Santa Fe, sancionado con 11 fechas en la Liga colombiana, charló con los niños que están bajo la custodia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en Bogotá.

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    El jugador está suspendido por 11 fechas y deberá pagar una multa de $1.227.850 por patear en la cara a Jhonny Ramírez, en el pasado clásico entre Santa Fe y Millonarios.

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    El jugador de Santa Fe, sin embargo, deberá pagar la multa de $1.227.850 y realizar una campaña de reparación social en la que se promueva la sana práctica del fútbol.

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    El volante de Santa Fe no volverá a jugar este año después de la sanción que recibió por parte de la Comisión Disciplinaria de la Dimayor, tras agredir a Johnny Ramírez de Millonarios.

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    De a poco, pasa la tormenta. La agresión de Bedoya a su colega de Millonarios empieza a volverse una anécdota y ahora la noticia fresca habla de las disculpas, del arrepentimiento. Es el mismo ciclo de la vida, iniciar y terminar. Es el ciclo de la información, publicar y luego olvidar. Después de esto hablaremos de la sanción al jugador y posteriormente todo quedará rezagado, tal vez a un mísero gol. No hemos aprendido nada ni hemos aprovechado esta oportunidad para intentar ser mejores en el futuro. Toda la discusión que originaron el codazo y la brutal patada de Bedoya contra Jhony Ramírez fue básica al extremo y jamás hubo un intento certero de aleccionamiento para todos aquellos que suelen terminar sus problemas y expresar su impotencia con fuerza bruta y malograda. Es difícil creerle la pena a un jugador que ha visto la tarjeta roja 41 veces durante su carrera deportiva. Su sentimiento de lástima propia debió llegar hace tiempo, no ahora, días después del suceso. Las disculpas de Bedoya luego del clásico eran su única alternativa y cuando esto sucede el margen de sinceridad se reduce. A Bedoya le era imposible quedarse callado y tampoco era aconsejable hacerlo. Cumplió con su mínima obligación y no es para aplaudirlo, como andan diciendo algunos. Que se requiera valor para ello, para dar la cara, ya es otra cosa. Así que lo que dijo Bedoya era más que previsible. Para su fortuna y la de todos al fin y al cabo, Jhony Ramírez no avivó el fuego sino que mostró sus heridas como un trofeo de guerra. Su gesto sí fue de grandeza, un llamado a la paz. La ramplonería de Bedoya, en cambio, quedó en la retina de todos como un tatuaje. Por eso es que para borrar esta marca se necesitaba láser y no agua y jabón. Hubiera sido memorable que Santa Fe respaldara al jugador, como evidentemente lo hizo, incluso resaltando el valor de la familia cardenal, pero marcándole una suspensión interna por su mal comportamiento. Decirle al público, antes que esperar la sanción de la Comisión Disciplinaria de la Dimayor, que una institución de su calibre no se podía permitir semejante vergüenza por parte de uno de sus miembros. Que lo iba a multar económicamente y que también lo iba a dejar por fuera del equipo por unas fechas determinadas a su discreción. Algo así es tan necesario como utópico para esta sociedad que cree poco en la justicia. Ese sí hubiera sido un acto de reconciliación. Y tampoco hubiera estado mal que el propio Bedoya, haciendo valer su vergüenza, hubiera dicho que se alejaba de las canchas unas jornadas más allá de las que le fueran impuestas por las reglas, todo con el fin de enviar un mensaje real de arrepentimiento. Nada de eso sucedió y lo peor es que ni siquiera la idea pasó por la cabeza de los dirigentes o por las de aquellos que componen eso que llaman el mundo del fútbol. A pesar de la oportunidad de una lección memorable, nos tendremos que conformar, una vez más, con disculpas. Disculpas y más disculpas y castigos efímeros, que no corrigen ni envían una sentencia irrefutable. Algo así como que las sanciones también se pueden cumplir a voluntad. Y que no hay necesidad de un policía o de un juez para la reprimenda social. Somos de sentimientos avivados por la imagen, lejos estamos de entender los hechos que nos abaten. Seguir a @javieraborda

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    El mediocampista citó a una rueda de prensa en la que expresó su tristeza por el error cometido en el clásico ante Millonarios, ya que estas actitudes "no le ayudan a la sociedad ni al fútbol".

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